“¡Por favor, no lo hagan, ni en Facebook ni en ningún otro lugar!” suplica el oficial Daniel Huerta a padres de familia que tienen la costumbre de compartir imágenes de sus hijos cuando van a la playa. Esto se debe a la explosión de contenido en línea que busca satisfacer la creciente demanda de pederastas por material pornográfico en España.
Daniel Huerta es subinspector de la sección de Protección del Menor de la Unidad Central de Ciberdelincuencia de la Policía Nacional, pero el hecho de estar basado en España no quiere decir que los padres de otros países deban hacer caso omiso de sus advertencias, sobre todo en México, país que fue señalado hace un año por la OCDE por ser el primer lugar en abuso sexual infantil.
En una entrevista para ABC, el oficial Huerta responde con una mueca si un agente de su unidad ve pedófilos por todas partes:
“Al principio sí, un poco, te entra cierta paranoia. El pedófilo es muy oportunista; no hay pedófilos muy evidentes, muy obvios, pero son conscientes de su situación. Y ya no tienen sentimiento de culpa.”
Según el agente, el pederasta ha pasado por una mutación en los últimos quince años gracias a los avances tecnológicos y las facilidades que ofrece el internet. En el pasado “los pedófilos se escondían, vivían su trastorno como un lastre, un pecado; ahora los desviados se pavonean de él públicamente y llegan a hacerse de oro con el tráfico de imágenes. Se sienten comprendidos por el resto de la masa de depravados” que pululan no solo la deep web, sino las redes sociales de uso común.
El subinspector afirma que ve cientos, si no es que miles de archivos pedófilos y escenas “execrables” cada jornada. La tendencia actual entre los círculos pederastas es la pedofilia hardcore que se consume vía streaming.
“A mi mujer no le comento nada de lo que vemos cada día”, admite el oficial Huerta, quien tiene una hija de 3 años de edad. ¿Entonces cómo lidian con el peso de lo que atestiguan todos los días? El policía señala que hay técnicas antiestrés, cursos de apoyo psicológico, sesiones yoga, y pasar muchas horas con la familia. Pero no es un trabajo para cualquiera:
“Es muy duro. Tienes que llegar a desarrollar una empatía con el delincuente, hasta tal punto que, al salir a pasear con mi niña en el Retiro, uno de ellos se acercó a saludarme. Éramos amigos, del grupo de pedófilos al que me estaba acercando como cebo. Tocó a mi niña para saludarla. No imagina la repulsión…”
En la sección de pornografía hay 19 agentes, 16 de los cuales son hombres y tres mujeres. “El resto de mujeres de la unidad se integran en otros grupos de investigación”, indica Huerta. Beatriz Hermosilla, jefa del grupo de Fraude Empresarial, corrobora este dato y agradece no estar en la sección de pornografía infantil, “Mi campo es menos lesivo moralmente.”
No obstante, la oficial Hermosilla ofrece su propia advertencia a padres de familia porque “No estamos preparados para lo que viene.”
“Avanza la tecnología y a la sociedad no le está dando tiempo a asimilarla. El mejor ejemplo son los padres: dan aparatos a sus hijos que exigen un nivel de madurez que no tienen. Habría que respetar las edades legales para el uso de las redes sociales, que son de 16 años o 18 según los casos, y no dejar que ningún chaval las usara antes. Vivimos esclavos del móvil.”
La ciberagente añade que este “es un auténtico problema social y esto no lo puede solucionar la Policía.”