Columnas

¡Pero te peinas cuñao!

Crónica de una identificación oficial anunciada

Desde que cumplí mis dieciocho años (hace ya algunos ayeres) hice el trámite de mi credencial de elector. La verdad no era “tan padre” como la de ahora. Antes era en un tono naranja, no tenía foto y los datos se veían muy equis.

Con el paso de los años, fue mejorando el diseño de la credencial… no sólo eso, cada día era más importante tenerla (actualizada) para todo. Y cuando digo para todo es TO-DO.

Muchos mexicanos (al principio) pensaban que serviría únicamente para ir a votar. Y como el abstencionismo es parte de la cultura de las elecciones mexicanas, la mayoría hacía desidia para tramitarla. Y vaya que el gobierno federal le invertía una lanota en los comerciales. Por ejemplo el de aquellos pescadores veracruzanos donde se hizo famosa la frase “pero te peinas cuñao”, o qué me dicen de la rolita del Tri que dice:

“De ahora en adelante

si quieres chambear

necesitas tener

credencial para votar,

credencial de elector

y cualquier otra cosa

que quieras hacer

sin esa credencial

na´ más no se va a poder,

cómo la vez desde ahí

así que si quieres ser feliz,

tómate la foto

saca tu credencial

tómate la foto

con huella digital,

de ahora en adelante

todos vamos a estar fichados,

se han gastado millones

en publicidad

para convencer a la banda

de irse a retratar,

ya que el pobre infeliz

que no tenga credencial

no va a tener derecho

ni de respirar

nadie lo va a querer”.

Pues mucha razón tenía el Alex Lora en esta canción de “Tómate la  foto”, pues pobre de aquel que no la tenga, simplemente no existe.

Mi credencial se me venció este 2019. La verdad no recuerdo cuando fue la última vez que la actualicé, sólo recuerdo que fue un día lleno de “decisión”, la tramito porque la tramito me dije en ese momento.

No he podido ir por las escrituras de mi casa, no pude recoger la tableta (esas que dio gobierno) de mi hijo de la prepa porque mi credencial esta desactualizada. Intenté sacar una tarjeta de crédito en una tienda departamental, y simplemente no pude. Recibí un dinero de mis cuñados de Estados Unidos… y tampoco pude…. Llegó el día que dije ¡basta! ¡basta!, vamos por la credencial de elector.

Me quedé con la idea que nada más llegaba, me tomaban la foto y ¡¡listo!!. Pero los tiempos han cambiado. El proceso es diferente, así es que, si vas a tramitar por primera vez o bien, vas a renovar tu credencial por vencimiento o pérdida pon atención para que note pase lo que a me pasó.

En la página oficial del ine, es muy sencillo hacer una cita. Esto con la finalidad de que evites filas y pierdas tu tiempo. Puedes elegir cualquier día de la semana (a excepción del domingo) siempre y cuando estén disponibles. Eliges tu ciudad, el día y la hora. Con esto se genera un documento que puedes imprimir (y pegarlo en el refri para que no se te olvide). Recomiendan llegar veinte minutos antes para cualquier eventualidad. Puedes llevar tu pasaporte, licencia de conducir, cédula profesional o en su defecto un par de testigos. Comprobante de domicilio (que no exceda los dos meses) y el original de tu acta de nacimiento. ¿Sencillo verdad?.

Cuando me dispuse a hacer mi cita, estaban ocupadas las siguientes tres semanas (en mi mente sólo pasaba esa oportunidad que dejaba de comprar una cámara a meses sin intereses). Ni hablar, vendrán otras “ventas nocturnas”, me dije a mi mismo resignado.

El mero día de la cita… la hice al igual que mi esposa (con una diferencia de quince minutos). Salimos corriendo, tomé el comprobante de domicilio (en mi caso el de la CFE, en el caso de mi esposa el de la luz). Llevaba mi licencia de conducir y mi mujer su pasaporte. Tomó su acta de nacimiento y… la mía…. ¿la mía? ¡dónde diablos esta mi acta?. Corrí hasta aquella carpeta donde guardamos los “documentos importantes” y ahí estaba… La corbata… la corbata cabrón, no se te olvide, me decía una y otra vez.

Arriba del auto me acordé de la corbata. Descendí y fui por la primera que encontré. Aquella camisa blanca me decía que tenía varios kilos de más y lo peor… un botón chillaba porque estaba a punto de explotar.

El tráfico, maldito tráfico. Por qué me pasa esto a mi. Todos a vuelta de rueda. Todos. Pisé el acelerador y por poco y le doy por alcance a un carajo que se frenó en seco para dar el paso a un peatón.

Cuando por fin llegamos, me sentí como VIP. Había una filota para los que no tenían cita, otra para los que iban a recoger, y los very important people con cita pasamos como cuchillo caliente en mantequilla.

Un joven muy atento me pidió mis documentos mientras me acomodaba aquella corbata que todavía tenía mole de la última fiesta. Nos sentamos en la salita esperando que nos llamaran. Cuando dijeron mi nombre… en mi mente grite ¡A huevo!, ¡a huevo! Lo celebré como si hubiera metido gol en la Champions League.

Una señorita me preguntó ¿Señor su acta de nacimiento?

Por un segundo entré en shock.  ¿Mi acta…? Pues… se las acabo de entregar.

-No señor… lo que usted trajo es su acta de matrimonio.

¿Matrimonio?

Si, mire…

¡No manches!… ¡Nooo man-ches… ¡Nooooo, no manches!. Para ese momento la salita ya estaba llena. Unas treinta personas no pudieron aguantarse la risa. Por ahí alcancé a escuchar a alguien que decía “mucha corbata, pero bien pendejo”.

Me desmoroné. Pensé en la cámara que había dejado ir en meses sin intereses. Pensé en la tableta de mi hijo… pensé en las escrituras de la casa. Me maldije mil veces, me desmoroné en la silla mientras mi esposa se tomaba la foto… y ponía su huella digital.

¡Ya quita esa jeta!, me dijo.

Pero no podía. Yo tan criticón de la gente que no lee, de las personas que no ponen atención. De la estupidez humana. Y ahí estaba en medio de esa salita, me arremangué la camisa, (esa misma que ya no tenía botón).  Me iba a quitar la corbata, pero pensé en el mole. De hecho me quería acordar en cuál fiesta habían dado mole. ¿Desde cuándo no me ponía esa absurda corbata? Voltié a ver a la gente que me miraba como bicho raro. Unos con playera, otros con sudadera, otros despeinados. Ni siquiera llevaban camisa…. Menos corbata. Pero hacían su trámite.

En el trabajo les conté la historia a mis compañeros y mejor ni les digo de que tamaño era la carrilla. De por sí, llegué tarde… sin trámite, con una camisa sin botón y en la que parecía tamal mal amarrado.

¡Me vale madre! ahora  lo hago porque lo hago, me dije a mi mismo. Al otro día le dije a mi niña que la llevaría a la escuela, ya que las oficinas del INE quedan por el rumbo. Veinte a las ocho ya estaba formado. Afortunadamente en la fila de “los mortales” sólo había unas diez personas antes que yo. En la fila para recoger la credencial, unos cuatro y en la VIP… sólo sonreían.

A pesar de eso no fue tardado. En media hora ya me estaban atendiendo. “Hola, me llamo Martha y estoy para servirle”, me dijo amablemente una chica, no tan chica.

-¿Tiene cita? Me preguntó.

Por mi cabeza pasaron varias frases, creo que sólo las pensé. “Si tuviera cita no estaría formado en la fila de “los mortales”. “Vine ayer con una corbata con mole y una camisa sin botón”, “Estoy bien pendejo, traje el acta de matrimonio en lugar de la de nacimiento”. Pero me ahorre mis palabras.

En eso llegó el mismo joven del día anterior. “Fue mi culpa”, me dijo por no fijarme de inmediato, intentó disculparse. No te preocupes le dije. Aún así leí una y otra vez el acta: NACIMIENTO… NA-CI-MIEN-TO.

Cuando me pasaron nuevamente a la salita, respiré un poco. La camisa era de mi talla y no me veía tan cerdo. La corbata ahora estaba de tintorería, en un azul que iba más con mi personalidad.

Observaba los carteles: No lentes, no sombreros, no gestos. Decían algunos de ellos. Me acordé nuevamente de la canción del Tri. Me dio risa cuando me acordé de esa parte que dice “no vas a tener derecho ni de respirar”.

El que sigue dijo una chica que si estaba chica. “Me llamo Gaby y estoy para atenderlo”. dijo robóticamente.

Las huellas de todos los dedos. Y luego la foto. A mi mente vino el comercial de “pero te peinas cuñao” y no pude evitar sonreír. Mi extrema calvicie me gritaba que no me preocupara por eso.

“En breve lo llamo nuevamente me dijo”.

Luego de cinco minutos me regresaron mis documentos, mi licencia, mi comprobante de domicilio y mi ACTA DE NACIMIENTO…. NA-CI-MIEN-TO.

Respiré hondo y salí con la sonrisa de oreja a oreja. ¡Misión cumplida!

Hoy es el día… hoy recogeré mi credencial de elector. Ya les estaré contando si pusieron las cámaras a meses sin intereses ahora por lo del Día del Padre.

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