“Demasiado tarde nos percatamos que
estamos sentados en barriles de pólvora”.
Abel Pérez Rojas
Con la destrucción de aproximadamente 2,000 viviendas, 15 personas muertas y miles de damnificados, el pasado fin de semana un voraz incendio arrasó con el 25% de los 42 cerros de la ciudad portuaria de Valparaíso, en el hermano país de Chile.
Fuerte viento, densa vegetación seca, concentración de desperdicios arrojados por los habitantes y pendientes con laderas que favorecen la propagación ascendente del fuego: si bien estos fueron los elementos de la fatalidad parece que pudiéramos estar hablando de cualquier ciudad del mundo.
El incendio de Valparaíso da motivo para reflexionar sobre diversos puntos vitales que deberían ser estudiados por los sistemas de protección civil de otras latitudes, a fin de prevenir tragedias como ésta.
Muchos describen a Valparaíso como un gran anfiteatro natural, porque está conformada por una bahía rodeada de cerros. Entre la orilla del mar y la base de las elevaciones se encuentra el corazón comercial, administrativo y financiero de la ciudad. Es importante subrayar que la mayoría de la población vive en los cerros.
Al momento de escribir estas líneas oficialmente no se ha reconocido la causa del incendio. No obstante, la Agencia France-Presse (AFP) compartió a diversos medios, entre ellos el periódico La Razón, una breve entrevista con Fernando Maldonado, experto en manejo del fuego de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), el organismo oficial chileno responsable de coordinar las labores para sofocar el incendio.
De acuerdo con Fernando Maldonado, en el incendio de Valparaíso se conjuntaron ciertas condiciones que dificultaron las labores de extinción, como la ausencia de fuentes cercanas de agua, los caminos y calles sinuosas y la mala conductividad del suelo, de tal manera que el calor queda atrapado en la superficie y con ello se favorece el rebrote de las llamas.
La descripción general de las circunstancias en Valparaiso sí nos arroja algunos elementos que pueden transferirse a otros escenarios que parecen repetirse en muchas ciudades, como las condiciones de hacinamiento, inaccesibilidad y la falta de programas efectivos de prevención de desastres.
En México hay franjas de pobreza que son verdaderas bombas de tiempo. Tan sólo en la capital mexicana, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), viven 2 millones 565 mil personas, es decir, 28.9 por ciento de su población viven en condiciones de pobreza, gran parte de dicha población se ubica en zonas marcadas por el hacinamiento y el desorden
Y no sólo ahí, por ejemplo, de acuerdo con información del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) 11,4 millones de personas viven en barracas que conforman favelas, las cuales se encuentran entremezcladas con vegetación en grandes morros (cerros). Tan sólo en Río de Janeiro se encuentran alrededor de 800 favelas.
En vísperas de la navidad del 2011 la favela Moinho de Sâo Paulo se incendió, dicho accidente provocó que cientos de personas se quedaran en la calle.
A estos dos casos de países con marcadas zonas de altísimo riesgo podríamos agregar a casi el resto del planeta.
Valdría la pena preguntarles a las autoridades locales de nuestros respectivos puntos de residencia si han estudiado el caso de Valparaíso y luego ¿qué han realizado al respecto?, porque a fin de cuentas la pregunta es válida:
¿Cuántos lugares hay en nuestro país, con las condiciones similares a las que provocaron y arreciaron el incendio de Valparaíso?
¿Tendremos que esperar otros incendios como el de Valparaíso para actuar en la prevención de nuestras localidades?
Abel Pérez Rojas (abelpr5@gmail.com / @abelpr5 / facebook.com/PerezRojasAbel) es poeta, comunicador y doctor en Educación Permanente. Dirige: Sabersinfin.com.