Mutismo selectivo, la extrema timidez

mutismo selectivo¿Cuántos de nosotros conocemos a alguna persona que casi siempre permanece callada, como analizando la conversación, pero cuando saca sus conclusiones son muy analíticas y atinadas?.

¿Cuántos de nosotros conocemos a algunos niños que son serios, casi no sonríen y nunca hablan  con desconocidos?.

Lo anterior pudiera tratarse de lo que hoy en día se conoce como “Mutismo selectivo”.  Se conoce como “mutismo selectivo” cuando un niño elige deliberadamente con quién hablar y con quién no. No es que se trate de una incapacidad física o biológica para emitir la voz, sino que más bien de una selección social que hace, en base a la confianza que pueda ofrecer la otra parte.

Pudieran parecer “mudos” o incluso niños autistas, pero no se trata de eso. Más bien es una fuerte timidez ante el mundo, que si no se trata a tiempo, crea problemas sociales, académicos y en su momento laborales por una falta de comunicación verbal.

El mutismo selectivo se empieza a dar principalmente a la edad de cuatro años y puede considerarse como tal, si perdura durante más de un mes, aunque hay casos que incluso pueden durar hasta años.

A ti que tal vez tengas un hijo con “mutismo selectivo”, esta información te será de mucha utilidad. Si conoces a un niño con estas características, no dudes en apoyarlo, pues si no tiene la atención adecuada pudiera tener graves problemas en su edad adulta.

El equipo de Notus realizó una entrevista a una persona a la que llamaremos “Luis” que durante muchos años presentó el cuadro de “autismo selectivo”, misma que se las dejamos para su análisis.

Notus.- ¿Cómo fue que dejaste de hablar?.

Luis.- En realidad nunca deje de hablar. Siempre hablaba pero solamente con las personas que yo creía conveniente. Aquellas que me daban más confianza.

Notus.- ¿Con quiénes hablabas?.

Luis.- Con mi hermano menor principalmente. Con mis papás muy poco, y en la escuela no hablaba nada.

Notus.- ¿Cuándo comenzó está selección que hiciste?.

Luis.- En realidad no sé exactamente cuándo empezó, pero si puedo asegurar que fue durante el preescolar.

Notus.- ¿Y hasta cuándo comenzaste a hablar, más en general?.

Luis.- (Risas) Pues a hablar, hablar… yo creo que hasta los dieciocho años.

Notus.- ¡Dieciocho años!

Luis.- ¡Dieciocho! (nuevas risas), creo que cuando empezaba a querer “andar de noviecito”.

Notus.- Cuéntanos cómo fue tu niñez.

Luis.- Puedo decir que me daban miedo muchas cosas. Sí jugaba como cualquier otro niño, pero me gustaba más jugar solo o con mi hermano. Me gustaba dibujar, mucho. Podía pasarme horas y horas dibujando. Y por otra parte, imaginaba mucho. Pensaba tantas cosas que podían pasar y a la mera hora ni siquiera ocurrían. Imaginaba lo que me iban a decir los demás.

Notus.- ¿Te presionaban para hablar?

Luis.- Siempre. Casi siempre. Con mis tíos no hablaba. Con mis primos tampoco. En la escuela lo muy básico, por no decir que tampoco hablaba nada.  Casi siempre mandaban llamar a mis papás de la escuela. La primera vez se asustaron, pensaron que me había pasado algo. Pero los maestros solamente les decían que me pusieran mayor atención. Les decían a mis papás que mientras los niños reían, sobre todo a la hora del recreo, yo me la pasaba indiferente.

Notus.- ¿Cómo era el tiempo del recreo?.

Luis.-  Solitario. Me la pasaba sólo. Siempre me quedaba sentado en el pupitre del salón. Me sentaba hasta adelante, y miraba el verde del pizarrón. Me armaba de valor y tomaba el gis. Y me ponía a dibujar. El pizarrón era mi espacio. El gis mi mejor herramienta.

Notus.- ¿Qué dibujabas?

Luis.- Casi siempre eran sólo líneas, sin un mensaje en específico. A veces curvas, a veces rectas. Luego dibujaba letras, me gustaba hacerlas grandes, que ocuparan un buen espacio del pizarrón. De hecho podía decir que el pizarrón era como mi boca. Como una válvula de escape que en lugar de emitir sonidos lo hacía por medio de trazos.

Notus.- Eso fue en el preescolar, pero luego vino la etapa de la primaria.

Luis.- Sí. Creo fue más complicada aún. Tenía que interactuar con mis compañeros y no me la podía pasar sentado toda la vida. Aunque no les hablaba, si jugaba futbol, beisbol, y “touchito”. Por si fuera poco, soy zurdo, entonces cuando jugaba beisbol, me ponía la manopla en la mano izquierda (para los derechos), y cuando lanzaba la pelota con la mano derecha me gritaban ¡pareces niña, pareces niña!, burlándose por la poca fuerza de mi mano derecha.

Notus.- Algún momento incómodo que recuerdes.

Luis.- Mmmmm, la verdad son muchos. Por ejemplo muchos me gritaban diciéndome “¡mudo!”, incluso familiares, otros me decía que no quería hablar porque tenía voz de mujer. Otras se escondían cuando estaba con mi hermano y gritaban ¡ya te oí, ya te oí! Como si fuera un verdadero triunfo escuchar mi voz.

Notus.- ¿Recuerdas alguna anécdota en especial?

Luis.- Como mis papás sabían que me gustaba mucho dibujar, un día me llevaron a clases de pintura (que tomaba mi hermana mayor). Ver tantos lienzos, pinturas, colores, brochas, el olor a trementina y ver a todos esos niños pintando realmente me volví loco. Era como estar en el paraíso. Pero… la maestra era pintora, no psicóloga. Así es que volví a entrar en mi mundo interior. Y lejos de ponerme a dibujar, me puse de pie en un rincón. Atravesé el estudio en diagonal de esquina a esquina, pensando, meditando, hablando conmigo mismo durante las cuatro horas que duraba la clase… ¡cuatro horas!, avanzando a penas unos centímetros después de varios minutos. Un pasito, dos, tres, con la cabeza viendo hacia el piso, callado, serio, sin voltear a ver a los demás.

Notus.- ¿Qué hablabas con tu interior?

Luis.- Analizaba las conversaciones y la verdad me parecían realmente estúpidas y banales. Por ejemplo cuando decían “hace frío” o “mira que qué bonito día”. No tenía sentido hablar de eso. Hacía frío y punto. Hacía calor y punto. No tenía por qué hacer el mínimo comentario acerca del tema.

Notus.- Luego … ¿la secundaria?, ¿no te pasó por la mente que ya era necesario que pudieras comenzar a hablar con las demás personas?.

Luis.- Si quería y podía. Pero algo en mi interior me decía que aún no era el momento. Durante todo ese tiempo de la primaria, con mis demás familiares simplemente era imposible. La presión era muy fuerte y mis papás pensaban que sería algo “pasajero”. Cierto día me encontré una tarjetita de esas que dan en los camiones con el lenguaje de los “sordomudos”. Me pareció genial la idea. La analicé, y me la aprendí. Me ponía frente al espejo y me aprendí el idioma de los sordomudos. ¿Pero para que aprender un idioma si no tenía con quién platicar? . fue entonces que le dije a mi hermano que también tenía que aprenderlo, para que cuando hubiera otras personas delante de mi , nos comunicáramos por ese medio.

Notus.- ¿Y funcionó?.

Luis.- ¡Claro!… A, B, C, D, … (haciendo señas con las manos). La verdad no era exactamente el idioma sordomudo, era una “adaptación” de las letras del abecedario. Por ejemplo para decir “quiero Coca”, no deletreaba todo, sino que hacía la seña (de beber). O cuando mi papá me mandaba a comprar sus cigarros, le hacía señas al de la tienda como si estuviera fumando. La bronca era cuando me preguntaba de qué marca, y tenía que ir señalando de un por uno, ya sabrás, a la izquierda, no a la derecha, no arriba, abajo.

Notus.- ¿Cómo fue la Secundaria?.

Luis.- Yo sabía que a los 12 (años) o hablaba o hablaba. Pero me costaba muchísimo trabajo. Cuando participaba en clase, me ponía rojo, rojo (todavía lo hago) y me daba mucha vergüenza poder hablar en público a pesar de que era el que mejor leía y mejor me expresaba de mis compañeros. Pero sentía que todos me veían, como si yo fuera el centro del universo y no hubiera otra cosa más importante que yo. Sus miradas me taladreaban y sentía como si me desnudarán. Así me sentía.

Notus.- ¿Cuál fue el parteaguas que te dio el valor de lanzarte a la comunicación verbal?.

Luis.- En la secundaria hacían concursos de declamación.  Era obligatorio que nos aprendiéramos un poema y lo recitáramos. Me sabía varios, pero había uno en especial que se llama “El Desertor” de Ignacio López Tarso. Fue como la pequeña válvula que se abrió para liberar tanta presión. Cuando la dije la primera vez, todos mis compañeros aplaudieron y yo me sentía como pavorreal. Ese  poema lo dije como mil veces (risas) y me volví un experto. Era como mi himno. Incluso participé en un concurso con todos los salones y quede en tercer lugar.

Notus.- Y fue así como comenzaste a socializar?.

Luis.- Pues no. La verdad no. No era complicado decir un poema. Incluso podía presumir que era de los mejores. Lo malo era el hablar. Es decir, tener una conversación sin tener que analizar a detalle las palabras de mi interlocutor. Porque por muy interesantes que fueran, para mi siempre eran basura.

Ya tenía doce años y aún no me atrevía a hablar. Me di de plazo otros tres años. Cuando cumplo los quince, la verdad de me hizo una edad muy… ¿cuál es la palabra? ¡Femenina! ¡Hablar por primera vez a los quince!, si de por si la mayoría seguía creyendo que tenía voz de “vieja” me decían.

Notus.- ¿Lo pospusiste nuevamente?

Luis.- Así es. Cuando llegué a la preparatoria había un grupo de Teatro, y con un compañero que si hablaba, nos pasábamos las horas viendo los ensayos. El actor principal de aquella obra era muy informal, siempre llegaba tarde y se daba su “paquete” porque era el que se sabía el diálogo a la perfección. Yo de tanto y tanto no solamente me aprendí su papel, sino la obra entera. La obra….. irónicamente se llama “Los Habladores”.

Notus.- ¡Y participaste!

Luis.- Primero me dieron el papel del ayudante del alguacil que sólo dice una línea “¡Abran a la justicia!, ¡abran a la justicia”. Era todo. Ja, ja, ja. Pero para mí era eso: TODO.  Siguieron los ensayos y “Roldán” nada más no se aparecía. Ese fue el momento definitivo. ¡Quiero el papel de Roldán! Les dije a los del grupo de teatro. Primero se rieron. Cuando les dije la obra completita, se quedaron callados, emocionados, sorprendidos… no sé, pero a mi se me salía el corazón, ¡boom! ¡boom! ¡boom!, como si fuera a estallar.

Cuando presentamos la obra para un 10 de Mayo, a mi mamá se le ocurrió invitar a todas mis tías y primos a la presentación. No había marcha atrás. Me quería orinar en los pantalones, para eso ya tenía diecisiete, casi los dieciocho años. Fue una gran presentación. Fue la irónica obra de teatro que me marco la vida: Con las Habladores, por fin comencé a hablar.

Para esas fechas leí un libro que se titula “¿Cómo vencer la timidez?”, y aunque ni recuerdo el autor, si recuerdo algo que se me quedo bien grabado: “Di lo que sea, por muy estúpido que parezca, pero dilo. Es mejor hablarlo que dejarlo en el interior de tu mente”. Y así fue. Fue un proceso largo. Muy largo. Pero muy productivo. Me gustaba ser maestro de ceremonias, participar con el poema del “Desertor” (risas), tomar el micrófono, escribir cartas por correspondencia (en aquel entonces ojala y hubiera existido el Fecebook) y ¡de ahí pa´l real!. Taller de periodismo, ayudante de laboratorio, mesa directiva, concursos de declamación.

Notus.- ¿Algún concurso en especial?

Luis.- En septiembre del año 2000, hay cosas que no se olvidan, y ser tímido creo que nunca se me va a olvidar, aunque parece que ya lo superé. Participé en un concurso de oratoria a nivel nacional con sede en Pátzcuaro, Michoacán. Aunque mis “adversarios” eran buenísimos, tenía que enfrentar nuevamente mis demonios que llevo dentro para ver de qué madera estoy hecho. Desde que me inscribí ya me quería bajar. Aquel auditorio lleno a reventar en el que solamente se escuchaba mi voz a todo pulmón y con el primer lugar en las manos, realmente es un momento inolvidable e indescriptible.

Notus.- ¿Y cómo te siente hoy en día?.

Luis.- Aunque ya casi no dibujo, me gusta escribir, me gusta la actuación, cada que hay oportunidad participo en algún cortometraje. Soy  Soñador  -diseñador- Gráfico por naturaleza y por profesión. Me apasiona la comunicación en todas sus modalidades, escribo cuentos, microcuentos e historias de terror y trabajo en empresas relacionadas con la información y la comunicación.

Notus.- Debes de tener un mensaje para los papás que se enfrentan a esta situación como la que viviste.

Luis.- Antes que todo: No los presionen. No los obliguen a hablar, porque el trastorno se vuelve más fuerte. Hoy en día es más sencillo encontrar ayuda profesional que les pueden solucionar esta etapa tan impactante para sus hijos. Canalicen sus habilidades. Seguramente el diálogo interno de sus hijos es tan intenso que necesitan desahogar esa parte tan importante de los humanos como lo es la libertad de expresión. Las artes en general, como la música, la pintura, la literatura, las artes escénicas, pueden ser una válvula que pueden servir de gran ayuda a esto que hoy en día se conoce como “mutismo selectivo”. Es preferible tener este tipo de “válvulas de escape” a caer en la parte difícil, como me toco en su momento de lo que es el alcoholismo. El alcohol desinhibe y ayuda. El alcohol en exceso es contraproducente para una persona con “mutismo selectivo”. Comerse las uñas es otro síntoma, no lo tomen tan a la ligera. Aprovechen los medios tecnológicos para desarrollar en sus hijos capacidades que seguramente ni siquiera ellos saben que poseen, y por favor… compréndanlos y mucho.

Notus.- Gracias “Luis” por compartir con nuestros lectores esta increíble experiencia.

Luis.- ¡Gracias a ustedes, y un abrazo a toda la gente Notus!.

Caja de Comentarios de Facebook

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button