Guanajuato, Gto.- La Universidad de Guanajuato perdió a dos figuras de su vida cotidiana: murió el zenzei Akira, japonés de origen que llegó a la ciudad por equivocación, y Margarito, elemento de la policía municipal que durante décadas vigiló las instalaciones de la institución y procuró la seguridad de profesores, estudiantes y visitantes, se acaba de jubilar.
El zenzei Akira en Guanajuato
El maestro (zenzei) Akira llegó en 1967 a la ciudad de Guanajuato por mera casualidad: confundió el nombre con el de Guadalajara, a donde quería acudir para la cobertura de esa localidad como subsede del torneo olímpico de futbol. Era fotógrafo de un diario japonés y nunca llegó a la Perla Tapatía.
Hombre reservado, que escuchaba mucho más de lo que hablaba, se convirtió en profesor de karate, actividad que dejó para enseñar la filosofía zen en la Universidad de Guanajuato.
En la ciudad entabló amistad con Alfredo Ceseña , “El Gordo” Olalde, Alfredo Escalera, Miguel Angel Macías y Juan José Araujo, entre otros, quienes fueron testigos originalmente de aquella confusión.
Alfredo Ceseña, reconocido arquitecto guanajuatense, narró al periodista Manuel Carrillo, otro guanajuatense adoptivo muy allegado al japonés, características de la vida del zenzei:
“Fue una experiencia extraordinaria formar parte del grupo del maestro Akira, recuerdo por ejemplo, que nos hacía repetir los ejercicios muchas veces y por semanas enteras, además, de repente golpeaba nuestro estómago para ver si teníamos fuerza en el abdomen; era el tiempo en que recibíamos clases en un pequeño espacio que se ubica atrás de la Basílica de Guanajuato; luego, nos trasladamos a la Cancha de Cristal, donde el grupo ya era como de 40 alumnos”..
El zenzei Akira estuvo primero sólo seis años en Guanajuato. Durante ese tiempom además de impartir clases de karate, pintaba acuarelas y óleos. Trabajos calificados como “magníficos”. Era tal el reconocimiento a la calidad de la obra del japonés, que Akira hizo amistad con el ceramista Gorky González y el pintor José Chávez Morado, quienes alababan esas creaciones.
El zenzei Akira estuvo en el extranjero. Cuando regresó, dejó de dar clases de karate, se olvidó de la pintura y se dedicó a una vida muy austera y a dar clases de filosofía Zen.
Ceseña lo recibió y lo llevó con otro ícono de la historia universitaria: el maestro Ernesto Schefler, que daba clases en la Escuela de Filosofía. A partir de entonces comenzaron sus clases de filosofía Zen, que ofrecía en el Mesón de San Antonio.
Fueron 50 años de vida en la capital del estado, donde se sentaba en las mesas de la Plaza de la Paz, entraba a los restaurantes o iba a la Dama de las Camelias a saludar a entrañables amigos como el Flaco Arias y el Chato Anaya.