Por: Ben Segram.- Ahora que el alcalde capitalino, Alejandro Navarro, parece por fin entrar en razón en el tema del cuestionado MuMo, y ha deslizado la posibilidad de que el crédito contratado se destine a otras obras, ante la creciente oposición que enfrenta por el controvertido proyecto, no está de más sugerirle que se evite problemas, deje en paz a las momias y piense en un mejor destino para esos recursos.
Por ejemplo, ¿no sería bueno adquirir la muy deteriorada casa donde nació Jorge Negrete, la remodele y monte, allí sí, un museo centrado en la vida y obra del legendario Charro Cantor? Material hay de sobra, si se tienen en cuenta las numerosas películas que protagonizó Negrete y, sobre todo, la música que hizo famosa y que colocó a la canción ranchera, al tequila y a Jalisco como referentes de México en el mundo entero.
El intérprete de piezas tan famosas como México lindo y querido, Flor de azalea, Me he de comer esa tuna, Ojos tapatíos y tantas otras, creadas por ese tándem genial que formaron Manuel Esperón y Ernesto Cortázar, merece sin duda un sitio que dé lustre a su legado.
Ahora que, si de verdad existe voluntad para mejorar la oferta turística y cultural, ¿por qué no crear un museo del cine, que proponga un acercamiento a las numerosas películas que han tenido a esta histórica ciudad y a sus paisajes como escenario sin igual? Bien podrían aprovecharse con ese fin las hoy abandonadas instalaciones de lo que fue el Cine Guanajuato.
Contar con un sitio donde se expusieran la historia, el desarrollo, los artistas y escenarios donde se filmaron cintas tan recordadas como Bugambilia, La Llorona, El Santo Oficio, El Estudiante o Érase una vez en México, por mencionar unas cuantas, sería sin duda una interesante atracción, para propios y extraños.
En cualquiera de los dos inmuebles mencionados -o en ambos, si alcanza la lana- puede emplearse de mejor manera el presupuesto previsto para el MuMo, sin provocar polarización entre la sociedad y, sobre todo, sin molestar el sueño eterno de las momias, que a buen resguardo se encuentran en el histórico panteón de Santa Paula, donde sin duda deben quedarse.
Ahora sí que, como cantaba Juan Gabriel: ¡pero qué necesidad!