¿En verdad creen que se anime a venir?, pregunto Talía.
-Mmmmm no sé, no sé contesto Urania.
Aquellas hijas de Zeus y Mnemósine se habían reunido como todas las noches. Llevaban más de ciento dieciocho años esperando a su hermana. De hecho no estaban seguras de que realmente existía. Era como una leyenda urbana. Sabían que era hermosa y que era la protectora de la poesía amorosa.
De pronto, la puerta del teatro se abrió. Era como un ángel, hermosa. Tenía una increíble personalidad que simplemente dejó con la boca abierta a sus hermanas. Era Erato, la más bella, la más humana.
-¡Erato!, dónde has estado todos estos años, preguntó Clío diosa de la Historia.
Es larga la historia. Larga e increíble. No sé si quieran escucharla sólo les puedo asegurar que no puedo estar con ustedes. Por cuestiones de simetría ustedes ocho son las protectoras del Teatro. No hay un lugar para mí.
Erato se veía empoderada, segura de sí misma y comenzó a contarles aquella fascinante historia.
-“En aquel año, cuando estábamos en camino para el gran día, el momento de la inauguración, salí a caminar un poco por los callejones de Guanajuato. Luego de recorrer varias plazas y callejones, caminé por el río subterráneo que atraviesa la ciudad.
En medio de la oscuridad vi a aquel hombre de frente. Era maravilloso. Muy guapo y varonil. Tenía una mirada tan poderosa que me hipnotizó.
-Buenas noches señorita, me dijo.
Yo no podía articular ninguna palabra, Estaba tan emocionada que ni siquiera me di cuenta cuando puso su mano en mi cintura.
-¿Has visto Guanajuato desde la panorámica?, me preguntó.
-No… de hecho necesito llegar con mis hermanas, tenemos una misión muy importante.
-Lo sé. Precisamente por eso creo que es importante que conozcas esta bella ciudad.
Puso la palma de su mano sobre mis ojos y la vista se puso en negro.
Pude sentir esa gran atracción. Sentir su cuerpo tan cerca del mío hacia que mi respiración se comenzara a agitar inconteniblemente. Cuando quitó su mano, la vista era impresionante. Era como una ciudad llena de luz. Se podía respirar su magia y podía sentir cada uno de sus colores. Era una ciudad llena de magia, amor y sensualidad. Era mi ciudad.
Aquel apuesto caballero no me quitaba la vista de encima. Podía sentir como me hervía la sangre solo de saberme observaba. De hecho no me decía nada. Solo me veía a los ojos.
Acercó su boca a mis labios y no pude evitarlo. Le respondí con la misma intensidad como las olas van y vienen por la blanca arena. Sentía calor, mucho calor, la mitad era por mi sangre y la otra mitad por el aire que se respiraba. A pesar de que hacia un vientecito, y mi cabello volaba frágilmente señalando la magia de la ciudad.
Me sentí húmeda y no podía resistir más. Su boca siguió por mi cuello y pude sentir su lengua. Después.. una pequeña penetración. Sus colmillos perforaron mi cuello y un hilillo se sangre comenzó a escurrir por mi cuerpo.
Sonreímos y me dijo que nunca nos separaríamos.
-Erato… es el momento que lo sepas. Tu eres la verdadera Maka Shondy, ¡bienvenida a la tierra de los vampiros!.
Mis hermanas guardaron silencio. Estaban entre incrédulas y entre sorprendidas. No me creían esta historia de amor.
-Lo siento, pero no puedo quedarme con ustedes. Por eso, simbólicamente estaré en las manos de Urania, solo para que nuestros padres no se molesten. Lo siento, pero estoy perdidamente enamorada… las veo hoy por la noche. Hasta siempre hermanas, les dije a manera de despedida.
Nos hicimos pasar por turistas. Como si estuviéramos en una sesión fotográfica. Salí sin ropa al balcón. Solamente me puse mis zapatos. Él no dejaba de tomarme fotos… y de fondo mis ocho hermanas, las musas que llevaré siempre en mi corazón.
Cerramos la puerta del balcón, el fuego de la poesía estaba adentro del hotel en su máxima expresión.