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Hay empobrecimiento cultural por no documentar el saber significativo

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“Todo tiene un valor significativo
si le colocamos en el contexto adecuado”.
Abel Pérez Rojas.

Es vital adoptar la disciplina de regresar sobre nuestros pasos, tomar consciencia de todo lo que puede ser de utilidad para otros y para la posteridad no obstante que sólo lo hayamos pensado y discurrido en una plática, y llega a ser particularmente valioso si eso parte del hombre común.

Parte del empobrecimiento cultural de las comunidades es la pérdida de elementos que permitan la reconstrucción social relevante desde la trinchera de lo cotidiano.

No valorar justamente esos saberes. Peor aún: no documentar o registrar las reflexiones y experiencias significativas de las personas hace que cuando mueren, con ellos se va lo que vivieron, y se pierde la oportunidad de contar con ese conocimiento.

Como esto se da en la vida diaria -fuera del ámbito escolar- pasa inadvertido porque no es materia de ocupación de las instancias formales educativas ni culturales de las diversas naciones.

Sólo cuando se efectúa en el marco de algún programa creado exprofeso se puede apreciar la riqueza formativa que de ello emana.

El Ministerio de Educación Nacional de Colombia (2005) Experiencias significativas, para poblaciones vulnerables. ISBN 958-691-196-9 Recuperable en http://goo.gl/9mlurT da cuenta de ello.

En el caso del documento anterior es interesante leer el cúmulo de experiencias que emanaron de sectores de la población colombiana en situación de exclusión y ver cómo gracias al registro y sistematización de experiencias se pudo constatar el progreso en temas específicos.

No reconocer la propia riqueza como ser humano, hace asumirse como una persona simple, con muy poco que le distinga, pero asumirse como “normales” o “regulares” ocasiona en gran medida que no haya un esfuerzo por conservar por escrito  nuestras experiencias.

De esta manera se han perdido irremediablemente: ciertos remedios caseros, algunas formas de organización vecinal para la resolución de problemas, el impacto de la convivencia entre culturas diferentes, etc.

Ya ni que decir de la pérdida de literatura que nunca fue publicada por sus autores, porque no se consideró destacada, o el cúmulo de correspondencia cotidiana entre las personas que compartieron la vivencia de hechos históricos relevantes como fueron las guerras, las hambrunas, las inundaciones, sólo por citar las múltiples situaciones que son relevantes para la posteridad.

Retomar la escritura de un diario personal puede ser un buen comienzo para asumir el hábito de tomarse un tiempo y reflexionar en medio de la vorágine cotidiana.

Poner por escrito y no desechar esas frases o pensamientos breves que vienen a nuestra mente cuando alcanzamos cierta quietud también pueden ser los primeros ladrillos de una construcción mayor.

También vale la pena tomar ciertas medidas para pasar de lo gráfico esquemático a lo escrito de aquellas representaciones que realizamos cuando sostenemos alguna reunión tratando de hallar la solución a algún problema.

El primer paso es darnos cuenta del empobrecimiento que ocasionamos por no revalorar el registro del saber cotidiano, pero lo siguiente es empezar la inscripción por cualquier medio de lo que nos es significativo y que puede ser relevante para la posteridad.

Sería deseable que lo promovieran instancias gubernamentales federales como en el caso de Colombia, o desde un ayuntamiento o desde las escuelas. Pero, independientemente de ello, lo mejor es hacerlo por iniciativa propia.

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