
Guanajuato.- Pocos lo saben, pero hace entre 2,500 y 5,000 años, gran parte de Guanajuato y el Bajío mexicano yacía bajo las aguas de un inmenso lago, alimentado principalmente por el río Lerma. Se trataba del Gran Paleolago, un antiguo cuerpo de agua que, según estudios recientes, se extendía desde el actual municipio de Lerma, en el Estado de México, hasta la zona de Chapala, en Jalisco.
El arqueólogo Julio J. C. Polanco explica que este lago fue tan vasto que apenas los cerros más altos sobresalían como pequeñas islas. El nivel máximo de inundación alcanzaba los 1,800 metros sobre el nivel del mar, modificando por completo el paisaje que hoy conocemos.

Lejos de ser un lugar deshabitado, el Gran Paleolago fue testigo de los primeros asentamientos humanos en la región, como los de la cultura Chupícuaro, quienes vivían a orillas del lago y en sus múltiples islas. Con el paso de los milenios, el lago comenzó a drenarse de forma natural, hasta que sólo quedaron cuerpos aislados de agua, como el Lago de Yuriria, que posteriormente fue reabastecido en la época novohispana.
En 2007, el Colegio de Michoacán publicó investigaciones que confirman la existencia de este antiguo lago, cambiando por completo la visión que tenemos de la historia geológica y cultural del Bajío.
Las reconstrucciones visuales de este gran lago, generadas por los ingenieros Daniel Romo y Agustín López Romo, nos permiten imaginar un Guanajuato cubierto por vastas extensiones de agua, donde cada cerro era una isla y la vida florecía a orillas de un mar interior ya olvidado.