Entre drones y celulares abren la compuerta de la Presa de la Olla

La Banda de Música del estado se mezcló oportunamente con el rugido de las aguas de una Presa de la Olla que este año ha tenido generoso recaudo

Guanajuato, Guanajuato.- Arriba: la crema y nata de la política y la empresa; abajo: el pueblo llano. La gobernadora de la gente y la presidenta municipal -se deduce que de la misma gente- agitaron sus pañuelos blancos. La Banda de Música del Estado entró un poco tarde, pero el sonar de “Sobre las olas” logró mezclarse oportunamente con ese rugido de las aguas de una Presa de la Olla que este año ha tenido generoso recaudo.

Un dron dará fe de cómo se miró desde lo alto y los teléfonos celulares dejarán digital memoria sobre una de las más tradicionales fiestas de Guanajuato.

La odisea

Paseo de la Presa y el acceso Diego Rivera quedaron saturados poco antes del mediodía. Centenares de automovilistas dejaron el vehículo donde pudieron y caminaron río (subterráneo) arriba, para llegar a ese parque Florencio Antillón flanqueado por vendimia y fritangas.

Se suponía que a las 12:30 horas debía llegar la gobernadora Libia Dennise García Muñoz Ledo a Palacio de Gobierno (también se supone que desde ahí debía despachar). Abajito de la cortina de una presa rebosante, que ha tenido que abrir sus compuertas en un par de ocasiones previas a la fecha, estaban las fuerzas vivas: funcionarios municipales, clase política en general y uno que otro empresario. En el jardín Florencio Antillón estaba el “pueblo bueno y sabio”, llamado “la gente” por el actual gobierno estatal.

Se acercaba la hora. La Banda de Música del Estado de Guanajuato, en su calidad de Patrimonio Cultural Intangible, interpretaba valses y pasos dobles. Y con el sonar que recordaba al ambiente en tenidos de plaza de toros, entró primero la presidenta municipal, Samantha Smith, flanqueada por su esposo, Alejandro Navarro, expresidente municipal e informal “primer damo”, y el hijo de ambos, heredero de la vida y la política y tierno bollo que preparan para continuar, casi al estilo de Andy, la dinastía: el pequeño -bueno, ya no tanto- Saún Navarro Smith.

Presurosa, la gobernadora de la gente, llegó flanqueada por seguridad, luego de que su blindada camioneta la dejara lo más cerca posible del lugar de la fiesta. Sin mensajes ni preámbulos, junto a la reina de la ciudad y el cronista de la ciudad y el jefe de la policía de la ciudad, la prensa de la ciudad que grababa, fotografiaba y transmitía en vivo.

A la una, las dos, a las tres, apresuró la maestra de ceremonias porque la una de la tarde acababa de ser. “¡Esperen!”, gritó, pues la banda se había tardado. Sólo fueron pocos segundos. Las manos bajaron los pañuelos y el agua rugió, mientras soltaba una brisa de agua verdosa que olía a flores… de pantano.

“Sobre las olas” y el retumbar de las dos cascadas momentáneas emocionaron a “la gente”, el “pueblo bueno y sabio”, la banda, la raza, la multitud, la masa, la muchedumbre. Las personas mayores veían lo que desde hace décadas han visto, con una mirada que parecía la primera vez; la gente joven -y alguna no tan joven, usaba sus teléfonos celulares para dejar constancia del hecho. “P’al feis, o p’al Instagram, el tick tock y el equis”.

Terminado el antisolemne acto solemne, el chacaleo de las y los reporteros inició con los funcionarios presentes. Sólo unos cuántos se percataron de que no estuvo la secretaria de Cultura, Lizeth Galván. “Es que es chilanga, no conoce esta fiesta”, aclaró uno de los veteranos del reporteo.

Selfies con los funcionarios, regalos de agua fresca a la muchedumbre y de nuevo el andar entre la masa para tardar largos minutos en salir. Un empinado callejón con muchos, muchos escalones, sirvió de atajo para evitar los puestos de garnachas. Una brocheta de camarones, una cervecita de bote y -de postre- unas gorditas de nata fueron los viáticos. Abajo olía a enchiladas (mineras, preferentemente).

La apertura de la presa, en teoría, ayuda a soltar agua que limpia al drenaje de la ciudad. Y así como cada 31 de julio el placer está en subir un gran cerro, este 7 de julio estuvo en ver caer gotas (poner la palabra “gotas” antes que “caer” tiene una consecuencia en la narrativa picaresca).

Desde lo alto se veía la presa todavía rebosante, se veía el multicolor de las carpas de vendimia. La Banda de Música se había ido, pero un sonido daba ambiente al lugar con lo más granado de la música clásica:

“Carmen, se me perdió la cadenita, que tú me regalaste, que tú me regalaste”. Era hora de escribir y no de bailar.

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