En un caluroso día de agosto de 1873, nació un niño en Cuerámaro. Sus padres, José Guadalupe Negrete y Luisa Medina, lo llamaron por el nombre de Adrián. Sin embargo, la vida de Adrián comenzó con una tragedia, ya que quedó huérfano de madre al momento de su nacimiento.
Los primeros años de su vida los pasó entre los campos, dedicándose a las labores agrícolas como muchos otros en su entorno. Pero su destino daría un giro inesperado cuando decidió ingresar al ejército en 1895, uniéndose al Tercer Batallón de Artillería como soldado raso. A lo largo de los años, demostró habilidades excepcionales y valentía en el campo de batalla, lo que le permitió ascender al rango de sargento segundo.
Sin embargo, su trayectoria militar llegaría a su fin, pues solicitó su baja y se trasladó a la bulliciosa Ciudad de México. Allí, estableció su hogar en el antiguo barrio de Santa Julia, nombrado así por la exhacienda de Julia Gómez, que hoy en día corresponde a las colonias Tlaxpana, Anáhuac y Anáhuac II de la delegación Miguel Hidalgo.
En la Ciudad de México, Adrián se encontró con otros hombres que compartían su deseo de cambiar su suerte a través de métodos menos convencionales. Junto con Tranquilino (o Tomás) Peña, Fortino Mora, Gregorio Mariscal y Pedro Mora, formó una banda con la intención de asaltar la hacienda de Aragón. Pero su audaz empresa no tardó en ser descubierta, y fue aprehendido.
Tras su captura, logró escapar de la comisaría donde se encontraba detenido, arrebatando la vida a dos valientes policías en el proceso. Desde ese momento, Adrián sería conocido como “el Tigre de Santa Julia”. Sus hazañas y correrías se volvieron tema de conversación en la época, y su historia incluso llegó a ser publicada en el periódico El Imparcial, que lo describió como un troglodita.
La fama de “el Tigre de Santa Julia” se extendió por todo el territorio, y su vida inspiró a un poeta a componer un corrido que pronto se convirtió en popular. La imprenta de Antonio Vanegas Arroyo publicó el corrido en 1909, inmortalizando así la leyenda de este carismático forajido.
No obstante, la vida de Adrián estuvo marcada por la constante lucha contra la justicia. En un fatídico día de mayo de 1906, fue capturado en una nopalera cerca de su hogar. Trasladado a la cárcel de Belén, sus seguidores intentaron desesperadamente salvarlo, pero cinco veces se solicitó la pena de muerte para él. A pesar de los esfuerzos de su defensor, Justo San Pedro, el destino de “el Tigre de Santa Julia” estaba sellado.
El 22 de diciembre de 1910, con tan solo treinta y siete años, Adrián fue fusilado, poniendo fin a su intensa y controvertida vida. Su captura, realizada en circunstancias insólitas mientras estaba defecando en un callejón, dio origen al popular dicho: “lo agarraron como al Tigre de Santa Julia”, utilizado para referirse a aquellos que son sorprendidos en plena acción, completamente indefensos.
La leyenda de “el Tigre de Santa Julia” trascendió el tiempo, convirtiéndose en una figura equiparable a las de Chucho “el Roto” o Robin Hood, un ladrón que se ganó el corazón de muchos como un justiciero. Su historia perdura en libros y en la memoria colectiva, recordándonos que la realidad a menudo se mezcla con la fantasía para dar lugar a leyendas que nunca morirán.
Con información (“Mi México sus calles y su gente en fotos antiguas” por: Alex Negrete)