Este niño de mirada triste y misteriosa, un buen día dejo de hablar. Así nada más porque sí. Llego el día que no esperaba y dejo de emitir palabra alguna.
Sin motivo… sin razón. Un caos mental pasaba por su mente, se preguntaba cómo le hacían las cuatro ruedas de los carros para ir parejitas y no cada una por su lado. Miraba las líneas de las banquetas tratando de no pisarlas. Y competía contra los gatos para ver quién tenía la mirada más profunda. Era difícil. Muy difícil. El solo pensar que el mundo estaba hecho totalmente al revés. En su cuaderno de dibujo ponía su nombre de manera reflejada, como si estuviera copiándolo en un espejo.
Todo al revés. Si alguien dibujaba un círculo rojo, él no veía el circulo, veía el espacio que quedaba a su alrededor. Se le hacia taaaan ocioso que la gente hablara nada más por hablar. “Que si hacía calor… que si hacía frío”. ¿A quién carajos le importaba eso?. Eso no trascendería en la humanidad. Ni por error. Si abrir la boca era para decir estupideces, mejor no abrirla. Y así pasaron los días… y los meses… y los años. “Cuando cumpla los 12 años hablaré” –se decía a sí mismo-. Y cuando cumplió los 12…pensó… “mejor a los 15”. Pero ¡¿cómo a los quince?! Esa es la edad de oro de las niñas.
Mientras, sus amigos y familiares le decían “el mudo”. Pero no era mudo. Otros decían que tenía voz de niña, pero tampoco, ese niño tenía la voz más varonil que pudieran imaginarse. Para poder comunicarse aprendió el lenguaje de los sordomudos. Tenía que ir a la tienda a comprar algunas cosas, y la mejor manera era con señas. Por lo menos eso era al principio. Solo con pequeños ruidos de la garganta. Solo con las señas que aprendió de aquella pequeña tarjetita para sordomudos. Sus primos y tíos hacían lo imposible por hacerlo hablar. No hablaría por nada del mundo. POR NADA DEL MUNDO. ¿Para decir tonterías? ¡Baaa! Calladito me veo más guapo –(pensaba).
Hablaba lo mínimo, solo con aquellos en los que no había más remedio como por ejemplo en las clases de la escuela. A sus papás los mandaban llamar porque era un caso realmente extraño. Un niño que no solo no hablaba, sino que a la hora del recreo se quedaba sentado en su pupitre mirando el pizarrón. Pero este niño “mudo” requería de una “válvula” de escape y comenzó a dibujar. No eran los grandes dibujos, más bien eran mensajes. Aprendió la “sintetización” de los elementos gráficos para transmitir un mensaje. Gracias a esto, pudo comunicarse un poco mejor de manera gráfica, a través de los signos.
A eso de los 17 años, el niño se convirtió en todo un adolescente. En la preparatoria miraba y miraba y no se cansaba de mirar los ensayos del grupo de teatro. Practicaban uno de los entremeses cervantinos: “Los Habladores”. El actor que hacía el papel de Roldan, era muy informal, y al “mudo que habla” le llego de pronto la oportunidad. Ese espacio que tanto estaba esperando. Se armó de valor y con las manos sudadas y el corazón a punto de explotar, les dijo a los actores que él podía hacer el papel principal. Sus compañeros se rieron al principio, pero cuando descubrieron que se sabía la obra desde “Tomé usted Señor procurador los doscientos ducados por la cuchillada… hasta que se bajaba el telón… no dudaron en invitarlo.
El ahora joven habló y habló. Habló y habló. Como una ironía de la vida. Con mil trabas terminó la prepa y estudio diseño gráfico. Sus amigos y familiares lo escucharon hablar por primera vez en toda su vida. A los 18 años este joven empezó la parte de la comunicación verbal. Durante su carrera profesional fue mitad sencilla, mitad imposible. Sencilla porque dominaba la parte de la comunicación gráfica. Difícil porque no todos los maestros veían lo que él.
A la fecha, este “niño mudo que si habla”, se desarrolla en el área de la comunicación. Luego de investigar toda la vida, se dio cuenta que lo que tuvo en un pasado, tenía un nombre, se llama “Mutismo selectivo”, que no es otra cosa que una extrema timidez.
Han pasado muchísimos años desde aquel entonces, y a la fecha se ha dado cuenta que aún falta para llegar a la comunicación ideal. Tanto verbal, como escrita. Falta un infinito para darse a entender. Le falta tanto que las ideas más simples son casi imposibles de transmitir. Pero en el camino anda… diseñando, comunicando.
Un perdón para todos aquellos por los que no me he sabido expresar. Una sincera disculpa si mis ideas no han sido transmitidas de manera total. Un abrazo a todos mis amigos, a mis familiares y a mi pasado, que me llena de nostalgia, y hoy que he abierto el baúl de los recuerdos, en este simbólico día de la Libertad de Expresión, me ha erizado la piel, como una invitación a seguir adelante en el largo camino que falta por recorrer.