Columnas

De la prédica y el ejemplo

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“Nadie aprende por otro,
pero sí podemos convertirnos en factor decisivo
para que otros asuman su transformación”.
Abel Pérez Rojas.

Alrededor del planeta hay quienes se empecinan en transformar vidas a partir de trasladar sus búsquedas y hallazgos íntimos a cualquier otro contexto, aún a aquellos extremadamente adversos.

A continuación le expongo un caso.

Hace algunos meses en mi artículo Alex Mora, el ultramaratonista que develó el secreto, le compartí cómo es que este atleta mexicano se ha convertido en un corredor élite de largas distancias, y cómo es que se transformó desde la incomodidad del sobrepeso corporal hasta su más reciente logro consistente en obtener la calificación al ultramaratón Ultra Trail du Mont-Blanc, considerado como la mayor prueba de la especialidad y que atraviesa: Francia, Italia y Suiza.

Usted que sigue mis escritos recordará que en aquella ocasión le compartí la pasión de Alex por los caballos y su participación como guía en sesiones de equinoterapia.

Ahora Alex dedica cada vez más de su escaso tiempo libre a compartir sus experiencias con niños y adolescentes de nuestro país debido a que su prestigio va en aumento.

Hace poco propicié la visita de Alex Mora a la telesecundaria Antonio León y Gama con sede en Santa Cruz Acapa, Tehuacán, Puebla; y con ello dio inicio lo que espero cunda hasta puntos inimaginables.

Gracias a los buenos oficios de mi amigo Héctor Pérez, director de aquella institución, Alex fue recibido como una celebridad. Los adolescentes, personal académico, padres de familia y autoridades del lugar querían escuchar su testimonio y conocer al hombre que corre kilómetros y más kilómetros en la oscuridad y las alturas.

En los encuentros con los adolescentes surgió una complicidad: los estudiantes se comprometieron a cumplir retos que, en una segunda visita de Alex, evaluarían para ver su progreso.

Algunos se propusieron mejorar sus competencias de lectoescritura, otros mejorar su desempeño físico y atlético, otros más a poner de su parte para dialogar con sus padres las diferencias que venían arrastrando.

Llegado el tiempo, el recibimiento de Alex Mora en su segunda visita a Santa Cruz Acapa no fue la de una celebridad sino la de un hermano. Resulta que algunos habían mantenido comunicación vía redes sociales con él y habían recibido breves mensajes de aliento.

A decir de los profesores de la institución muchos de los jóvenes rebasaron lo que inicialmente se habían propuesto y habían surgido nuevos proyectos.

Todo no concluye allí, ahora Alex ha trasladado parte de su entrenamiento a la Sierra Negra de Tehuacán y gracias a la intervención de Héctor está dando pláticas a los niños de aquellos lugares catalogados como una de las zonas más pobres del país.

Alex y Héctor están haciendo una mancuerna de las que debería haber muchas: aquél llega corriendo a las comunidades mientras éste va como avanzada concertando diálogos entre el atleta y la niñez y juventud del lugar. Como muestra del éxito, ya se tienen programadas visitas a la Sierra Norte de Puebla y próximamente a Tlacotalpan, Veracruz.

Como puede ver caro lector, los logros suelen traducirse en medallas y honores que se vuelven fatuos si sólo sirven para acrecentar nuestro ego, pero estos pueden mutarse para contagiar a otros seres humanos, si esto se consigue, se cumple la máxima de que nadie puede transformarse por otro, pero sí puede contagiarle para que por sí mismo progrese.

¿No le parece todo esto benditamente contagioso?

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