Huanímaro, Guanajuato.- Alex Partida Cerpa llegó al templo de Guadalupe acompañado de su familia: su esposa Silvia, su hija mayor Aitana, y sus hijos varones, Alejandro y el pequeño Víctor Octavio. El templo, vacío en ese momento, se llenaba de una paz.
En ese instante de calma, Alex tomó su clarinete, y, sin previo aviso, inició una oración muy especial. No hubo palabras, sino melodías. Las notas musicales que emanaban del instrumento no eran parte de una banda alegre; eran un susurro delicado, casi como un murmullo que nacía desde lo más profundo del corazón de un padre agradecido.
Alex había ido a ese lugar sagrado para dar gracias a la Virgen de Guadalupe, no solo por su familia, sino especialmente por la salud de su hijo más pequeño, Víctor Octavio. El bebé había llegado al mundo con espina bífida, una condición que lo llevó a enfrentar tres cirugías en sus primeros días de vida. Durante esas semanas llenas de incertidumbre y oraciones, Alex y Silvia imploraron a la Virgen que cuidara del pequeño.
Hoy, esas súplicas se transformaron en gratitud. Yo soy bueno hablando, así que le vengo a agradecer a la virgen que mi hijo ya esté fuera de peligro con las notas de mi clarinete”, confesó Alex con una mezcla de emoción y alivio.
Después de 34 días hospitalizado y las complejas operaciones que le salvaron la vida, los médicos declararon que el pequeño Víctor Octavio estaba fuera de peligro. Ahora, está en casa, rodeado de amor y del inmenso agradecimiento de sus padres, quienes creen que la guadalupana escuchó cada una de sus plegarias.
En ese momento, las melodías que llenaron el templo no solo fueron una oración; fueron el testimonio de una fe profunda y un corazón rebosante de amor.