Irapuato, Guanajuato.
Su vida corre de prisa sobre cuatro llantas, siempre luchando en contra de la manecilla del reloj pero con una intención, el de salvar la vida a los que están en peligro.
“Yo digo que esto se lleva, desde muy pequeña me llamaba mucho la atención ver las ambulancias, yo veía pasar las ambulancias y con todo su ruido y sentía emoción de verlas”, señala Reyna Galván Torres quien desde hace dos años forma parte del grupo de paramédicos de la Cruz Roja.
Su trabajo en el Área de Socorros siempre arriba de una ambulancia atendiendo heridos en accidentes o personas enfermas que necesitan que les brinde un servicio médico.
“Mi trabajo es brindarle el servicio a las personas que más lo necesitan, es una satisfacción enorme servirle a las sociedad, aminorarle un poco más el sufrimiento. Es lo que me apasiona, lo que me gusta”.
Y aunque su necesidad por ayudar a los demás es muy grande, Reyna también tiene una familia por quien ver, madre soltera de tres hijos a quien dedica su tiempo libre; a sus 31 años es una mujer fuerte y con ganas de salir adelante.
“Me dicen que estoy loca, mi familia, mis hermanos, porque es un trabajo bien difícil y no cualquiera lo hace y pues me lo dicen bromando porque me apoyan mucho, se sienten orgullosos de tener un paramédico en la familia”.
Su pasión por su trabajo como paramédico no ha sido en vano, también le ha traído consternación, su vida ha quedado marcada por algunas situaciones que se han presentado durante su labor.
“Mi primer servicio al que salí fue un menor de 8 años, desgraciadamente ya había fallecido, es algo que nunca se me ha olvidado. Los papas refieren que el niño andaba corriendo y de repente cayó, posiblemente pudo haber sido un infarto el niño no tenía antecedentes de enfermedad o algo pero por la caída posiblemente se pegó, ya cuando llegamos ya no tenía signos vitales. Uno que más quisiera haber llegado y poder ayudar a esa personita desgraciadamente ya no pudimos hacer nada”.
Su vocación por ayudar a los demás va más allá de recibir un simple agradecimiento, “A veces no esperamos que nos den un gracias, porque muchos no lo hacen pero te queda la satisfacción de que ayudé a esa persona y sin conocerla le brindé el apoyo que necesita” comenta.