Opinión.- Todos conocemos el dicho popular, “pueblo chico, infierno grande” pero realmente no hace falta vivir en un pueblo chico para ser víctima de esas personas que con toda la mala intención del mundo comienzan a lanzar veneno en nuestra contra, con la única finalidad de afectar nuestra reputación y vernos destruidos, casi siempre por envidia o simplemente porque no han entendido que no vinimos a este mundo a cumplir con expectativas ajenas y cada cual es libre de actuar como mejor le parezca.
-Pero ¿Cómo funciona esto del dicen? Bueno, tan sencillo como encontrarte con algún amante de la comunicación informal (ósea del chisme), comentarle una suposición, o de plano decirle lo que quieres que la gente murmure y pedirle que no se lo cuente a nadie y en menos de lo que imaginas, todo mundo lo sabrá, corregido y aumentado por supuesto, así de fácil se acaba con el buen nombre de particulares, pequeños negocios y grandes empresas porque a veces solo hace falta escuchar un rumor negativo para convertirlo en aseveración sin pensar que el perjuicio puede ser tan grande que quizás termine en desgracia.
En alguna ocasión escuche una anécdota que me entristeció profundamente, una mujer después de muchos años se lamentaba por haber sido víctima de las intrigas de una vecina, la cual destruyo su reputación a tal grado que nunca pudo casarse y formar una familia, la vecina después de muchos años le pidió perdón y la mujer con toda humildad la perdono, más sin embargo el mal ya estaba hecho. Dicen nuestras abuelitas que al desplumar una gallina es imposible pegar de nuevo las plumas, lo mismo pasa cuando se afecta la integridad de las personas, algunos cuantos creerán en ti pero la gran mayoría nunca lo hará.
Exterminemos este mal que tanto nos afecta y así como en determinado momento muchos de nosotros hemos colaborado directa o indirectamente con el “dicen” jugando al teléfono descompuesto, tratemos de reservarnos esos comentarios que afectan a nuestro prójimo y en más de una ocasión nos han metido en problemas y si tenemos algo que decir, alguna duda que aclarar, hagámoslo directamente con la persona en cuestión o ya de plano pensemos -¿Y a mí que me interesa la vida de los demás?
No hagas lo que no quieras que te hagan, es muy fácil ver destruida la reputación de alguien más, pero cuando nos toca a nosotros o a nuestros seres queridos, como que ya no nos parece divertido, mejor ocupémonos de nosotros mismos y nuestras familias antes de juzgar, lo que hacen los demás que para eso está Dios, y acabemos de una vez por todas con el nefasto “Dicen”.
Por Alice Juárez