Por: MakaBrown
-¿Si crees que despierte?, me preguntaba Erik.
-No se wey, no sé. Pinche Arturo, siempre con sus mamadas, ojalá y sí se aliviane.
Erik y yo nos consideramos los mejores amigos de Arturo. Somos universitarios y por este rollo de la pandemia cada uno nos regresamos a nuestros respectivos ranchos. Arturo se fue a Romita, Erik se quedó en Silao y yo me regresé con mis tíos a Monterrey.
Hace muchos años, cuando estábamos en la Prepa de Silao, hicimos un pacto de sangre: estuviéramos donde estuviéramos y con quien estuviéramos: Nos reuniríamos un sábado antes de Navidad.
Nunca hemos fallado, pero en esta ocasión no teníamos contemplada la pandemia. Lo que si sabíamos era que este año se nos iba a dificultar cumplir nuestro pacto, por lo que decidimos reunirnos el sábado pasado.
Nos reunimos en una casita de campo de un camarada, atrás de la colonia Arboledas, por un camino nuevo que da al Cárcamo.
Cerveza tras cerveza, nos acordábamos cuando jugábamos a asustar a nuestros compañeros de la prepa con la ouija. “Los Satánicos” nos decían. Nuestros crucifijos invertidas y nuestra ropa negra hacían que le sacáramos un susto al miedo.
Ya muy ebrios nos despedimos deseando salud para el próximo año. Cuando llegué al hotel, donde me hospedaba, me escribió Erik.
-Wey, dónde andas.
-Aquí en el hotel, estuvo buena la peda.
-Oye… tengo algo que decirte… Arturo está hospitalizado.
-¡No mames!, si nos acabamos de despedir, tuvo un accidente.
-No we… perdió el conocimiento cerca de la casita donde estábamos.
-No mames… ¿es neta? ¿O pura mamada de ustedes?
-No we, con eso no se juega, de hecho voy de regreso, está en el Hospital General, el que está detrás de la Central de Autobuses.
Media hora después, me encontraba en el estacionamiento
-¿Si crees que despierte?, me preguntaba Erik, aún incrédulo de lo que estaba pasando.
-No se wey, no sé. Pinche Arturo, siempre con sus mamadas, ojalá y sí se aliviane.
Arturo se encontraba en coma y nos acababan de entregar sus pertenencias. Entre ellas su celular.
Arturo era muy predecible en las contraseñas, de hecho no le batallamos mucho: “Satanas666”. Estuvimos un rato buscando algo que nos diera una pista.
¡Aquí we! ¡Aquí!…. era un breve video grabado minutos después de que nos despedimos. Lo que vimos era realmente aterrador. Era una sombra, que se acercaba poco a poco, como de una mujer. Se escucha la voz de Arturo gritando ¡su perra madre!, mientras se ve que va corriendo. Se escuchan los lamentos de una mujer, como lloriqueos de un bebé y macabros maullidos… La misma sombra de la mujer de vestido blanco se observa a los lados y luego de frente junto a una barda blanca. Se ve que el teléfono cae al piso junto con el cuerpo de Arturo.
-¿Si crees que despierte?, me volvió a preguntar Erik con un mar de llanto.
-Maldito dos mil veinte… maldito. Esperemos que sí, me decía mientras me daba un fuerte abrazo. El video misteriosamente comenzó a circular por las redes sociales…