La leyenda del Callejón de Tejada
De los años al correr,
la cripta del camposanto
llegó en su seno a tener,
la momia de una mujer
que a todos causaba espanto.
Espantosamente abiertos
los ojos; la piel, en mengua;
y, asomando entre los muertos
labios, de polvo cubiertos,
la apergaminada lengua.
En las ropas haraposas,
un girón de escapulario,
y entre las manos huesosas,
como huellas misteriosas,
unas cuentas de rosario.
Y, de la cripta la escoria,
la momia yació olvidada;
pero de su triste historia,
aún conserva la memoria
El Callejón de Tejada.
GUANAJUATO, GTO. Es el relato popular que ilustra la historia de un cuerpo que, antes de ser momia, fue una persona y tuvo identidad: se llamó Tranquilina Ramírez. Y no era bruja: fue una mujer que murió asesinada.
Una de las leyendas más sonadas en ese macabro paseo de divertimento turístico con el llamado Museo de las Momias es el de esta mujer que identifican como “la momia bruja”.
Investigaciones realizadas hace años para conocer el origen de los cuerpos áridos y saber quiénes fueron y qué hicieron en vida. La leyenda dice que fue una curandera, cuyo nombre era Carmen y había muerto en el abandono; las indagatorias revelaron que perdió la vida en manos de su esposo y tuvo por nombre Tranquilina Ramírez.
Sobre esta persona se encuentra una relación entre esta leyenda y un fragmento del libro de Lucio Marmolejo, “Efemérides guanajuatenses o datos para formar la historia de la ciudad de Guanajuato”, correspondiente al periodo 1862, 27 de agosto:
“Un crimen horroroso conmovió a la sociedad de Guanajuato de un modo extraordinario. Doña Tranquilina Ramírez, persona de recomendables antecedentes, amanece muerta; y su cadáver colgado del techo de su habitación. La voz pública designa como autor de tan horrible atentado al mismo esposo de la occisa, D. Francisco Tejada, que es desde luego reducido a prisión y sentenciado en seguida al último suplicio, cuya pena se ejecuta, a pesar de que el reo permanece inconfeso hasta el último momento”.
El cruce de fechas y la revisión de datos documentados en los registros del panteón de Santa Paula llevarían a descubrir que no era una momia, sino una mujer víctima de feminicidio.
El cuerpo tenía un escapulario, un rosario y una argolla matrimonial, lo que implica que fue una creyente.
El estudio fue realizado por la única especialista del país en resguardo y conservación de restos momificados, la maestra Carmen Lerma Gómez, adscrita a la Dirección de Antropología Física del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El haber etiquetado a Tranquilina Ramírez fue una de las tantas acciones de los contadores de leyendas y guías de visitantes al Museo, que inventan historias “de más impacto”.
Para la cultura dominante, el cuerpo árido de una hechicera, ligada a supuestas prácticas oscuras cumplía más con una mercadotecnia del horror que el asesinato de una mujer a manos de su esposo, una acción predominante en la cultura machista patriarcal.
En haber conocido la historia de Tranquilina es parte de un trabajo de dignificación de esos cuerpos que con el morbo turístico generan millones de pesos para el municipio y son parte de una de las más lamentables formas en las que millones de personas identifican a la ciudad de Guanajuato.