Guanajuato, Gto.- Fue como si la tarde se adelantara unas horas. A diferencia del eclipse de 2017, esta vez sí hubo cielo despejado; a diferencia del de 1991, no hubo oscuridad casi total. Así se vivió la jornada de este 8 de abril.
Aunque se había dicho que el fenómeno no iba a obligar al cierre de escuelas, finalmente no hubo clases. Para evitar que a los niños y niñas les gane la curiosidad por ver el eclipse sin las medidas preventivas adecuada, señalaron docentes entrevistados.
A las 10:54 de la mañana empezó el oscurecimiento parcial. Poco a poco, la luz se empezó a opacar, como cuando atardece. La ciudad estaba en calma. En la torre principal de la Universidad de Guanajuato había gente con sus cristales especiales para ver el eclipse.
En el sur, algunos vecinos del fraccionamiento Manantial treparon a sus azoteas para presenciar el meteoro.
A las 12:13:47 la temperatura había bajado levemente. El día se puso un tanto fresco y las sombras generadas por el sol se percibían ligeramente difusas. El eclipse había llegado a su punto máximo. La luna había tapado en un 85 por ciento al sol. No hubo anillo luminoso como en 1991, pero al menos fue posible verlo gracias al cielo sin nubes.
A las 13:31:41 todo volvió a la normalidad. De nuevo el sol intenso de un año de sequía, con presas, lagos y lagunas secos.
Poco a poco el sol y la luna fueron vistos distantes uno de otra. Llegó la tarde y con ella una historia más qué contar en Cuévano.
No fue como en Mazatlán, cierto, pero tampoco hubo gringos que pudieran protestar porque el mediodía se puso en tono de tardecita. Sólo se antojó un cafecito; pero frío, porque el calor regresó.