Sangre con sabor a covid -cuento-

Mi garganta pedía a gritos un trago. Solamente un trago.

Por MakaBrown

Verde, blanco, verde, blanco, verde…. Blanco. Pareciera que no hubiera otros colores. En las paredes, en los pasillos, en las puertas. Todo a mi alrededor era verde y blanco. Venir a la sala de urgencias de este hospital por un poco de sangre era verdaderamente una locura, pero no había vuelta atrás.

En medio de esta pandemia, de todo el desmadre, el caos y el dolor provocado por la Covid-19, en medio de tanta y tanta gente en donde la característica principal era padecer de dolor… y el olor a muerte.

Estaba en la camilla número 32, cuando se me acercó la enfermera.

-¿Le duele Don Maka?.

-No mucho, respondí.

En realidad mentía. No tenía el menor grado de dolor. Sin embargo tenía que hacer uso de mis mejores dotes actorales para no levantar sospechas.

-Me llamo Paty, y lo voy a atender Sr Maka. Me decía mientras preparaba la aguja lista para ponerme el suero.

Paty era una enfermera muy atractiva, podía oler su sangre. De hecho podía percibir toda la sangre que se encontraba en el lugar.

-Sr. Maka, sólo será un pequeño piquetito. Me dice si le duele.

-No pude ocultar mi sonrisa.

-Descuida Paty, no me dolerá.

-Aquella sala de urgencias estaba hasta el tope. Unos entraban y otros salían. Los sistemas de emergencia no se daban abasto llevando y trayendo camillas y más camillas.
Por un momento pensé que había ocurrido algún accidente, pero la realidad era que todas las noches estaba este tráfico de víctimas por el coronavirus. Pero hoy. el pico de la pandemia estaba en su apogeo. No había camas disponibles y tampoco respiradores, ni tanques de oxígeno.

Mientras más concentrado estaba en mis pensamientos, se me acercó un camillero y me dijo que me iba a mover hacia el pasillo del ala derecha del hospital, ya que la sala de urgencias estaba abarrotada.

Eran casi las tres de la mañana. Una hora ideal para un vampiro sediento, una hora perfecta para cenar.

Me quité al suero que recién me acababa de poner Paty, aquella bella enfermera y me senté en la camilla. Me puse a caminar por el pasillo que llegaba hasta el área de análisis. Mi garganta pedía a gritos un trago. Solamente un trago.

Caminé por aquellos oscuros pasillos, con un rumbo bien definido: me dirigía hacia el banco de sangre.

Mis pasos fueron acelerando cada vez más y más hasta que llegué donde estaba la puerta.

Banquete es poco, como un loco desesperado bebí una dosis, y otra; y otra y otra. Me bañaba en aquel rojo líquido que me hacía rejuvenecer. Me hacía sentir bien. Mi estómago comenzó a doler un poco luego de tremenda tragazón. Era una verdadera fiesta, las paredes, el piso, el techo, todo era color rojo.

El aroma simplemente exquisito, era como haber ido a un restaurant de lujo y haber solicitado el servicio de bufete.

Mi camisa que antes fuera blanca la cubrí un poco con mi saco negro.

Caminé tranquilamente hacia la salida por el mismo lugar por donde entrara. Al pasar junto a la sala de urgencias, me alcanzó a reconocer Paty, aquella enfermera que me atendiera poniéndome suero.

-¡Señor Maka!, ¡señor Maka!, me gritaba desde el fondo del pasillo, ¡no puede irse¡, ¡no puede irse, así!.

-Le respondí con una sonrisa.

-¡Entiéndame por favor, usted no puede irse así nada más!, ¡por favor entiéndame!, usted esta delicado de salud, presuntamente tiene covid.

-Cuando se acercó un poco más pudo sentir mi mirada, llena de satisfacción y aún con olor a sangre.

-¿Qué me decías?, le pregunté.

Sus ojos habían quedado hipnotizados, estaba perpleja ante mi mirada. Estaba en mi dominio, estaba poseída.

Señor Maka, le decía… que.. que… no puede irse así… ¡sin mí!.

Y mientras me decía esto me ofrecía su cuello en una entrega total, dispuesta a pasar al mundo eterno, al mundo de los vampiros.

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