Por Ben Segram.
Guanajuato, Gto.- Pese a que Alejandro Navarro, presidente municipal de Guanajuato, se asume como muy “celoso” del cumplimiento de la ley, justificando así los retenes automovilísticos que, un día sí y el otro también, coloca en diversos sitios de la capital del estado, no muestra, sin embargo, el mismo ahínco para “prevenir y/o evitar la invasión de espacios públicos ni la destrucción del patrimonio histórico”.
Aunque los retenes vehiculares han sido muy cuestionados por un sector de la ciudadanía, al señalar que solo son utilizados como medio de obtener recursos e incluso para extorsionar, el alcalde capitalino se defiende con el argumento de que únicamente se aplica la ley que todos deben respetar.
No obstante, en otras áreas, Navarro no manifiesta el mismo celo. Sonados han sido los casos, primero, de abrir un camino en el cerro de Las Enredaderas, que causó la destrucción de flora y fauna en 2020 y que finalmente fue clausurado por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), y segundo, por permitir la tala de árboles en el Paseo de la Presa, en un hecho que causó indignación general.
Además, existen otras situaciones en los que la pasividad municipal es tal que resulta sospechosa. Por ejemplo, en la subida al panteón (calle Tepetapa), un particular ha construido una extensión metálica de su cochera, que ocupa prácticamente toda la banqueta y orilla a los transeúntes a circular por la vialidad.
Para colmo, el propietario ha colocado un cartel en el que pide ¡demostrar “educación y cortesía”! Está a la vista de todos y es inexplicable que la autoridad no haya tomado medidas al respecto.
Tampoco se ha hecho nada por recuperar el callejón Trasversal del Mandato, en la misma zona, que fue cerrado igualmente por un particular desde la administración de Edgar Castro Cerrillo para literalmente “agandallárselo”, sentando además un riesgoso precedente que puede llevar a que cualquiera haga lo mismo en otros lugares.
Asimismo, el área contigua al monumento al Pípila, otrora cubierta de vegetación, donde antaño había comederos públicos, ha desaparecido por nuevas edificaciones. Si bien el problema viene de tiempo atrás, cuando se cedió a particulares una zona recreativa para instalar el funicular, durante el anterior gobierno de Navarro se dio vía libre a otra construcción (¿hotel)? que entorpece aún más la visibilidad del monumento.
Y los ejemplos siguen: la legendaria bajada del Tecolote, en pleno centro histórico, no conserva más que la fama, pues la curva que hizo famosa la litografía de Carlos Nebel en 1828 ha sido ya totalmente transformada por viviendas, escaleras y nuevos callejones. Aquí, además, es evidente “el silencio cómplice del INAH”.
Ya es ocioso mencionar, por ejemplo, la desaparición de las áreas de donación en las colonias del sur, como en Villaseca, cuyos vecinos han visto desaparecer una tras otra las zonas en principio destinadas a jardines, mercados, iglesias o escuelas, como establece la ley.
En resumen, el “apego” del munícipe guanajuatense a la legalidad es más que dudoso, cuando no ha movido un dedo para proteger la vía pública, recuperar espacios perdidos o evitar el daño al patrimonio y sí, en cambio avala, por comisión u omisión, obras que afectan a reservas ecológicas y zonas históricas.