Por Ben Segram.- Debería aprender del pasado. Hace más de una década, Nicéforo Guerrero, presidente municipal de Guanajuato, surgido del PRI pero muy cercano al PAN, anunció la intención de urbanizar, en alianza con constructores privados, el cerro de La Bufa, sitio donde se realiza año con año el Día de la Cueva, la festividad más tradicional de la ciudad minera.
No lo hubiera hecho. De inmediato, en los medios de comunicación aparecieron voces en contra desde varios sectores: académicos, sociales, periodísticos; sobre todo, topó con la furibunda reacción de la ciudadanía, que lo obligó a realizar un plebiscito, el cual perdió por amplio margen y lo orilló a dar marcha atrás.
El fracaso de ese plan constituyó un harakiri político para Guerrero, quien ni siquiera terminó su gestión y prefirió renunciar para, según él, buscar otro cargo, en realidad repudiado por la inmensa mayoría de sus gobernados, que no le perdonaron semejante atrevimiento.
Uno de los cabecillas de ese movimiento rebelde fue Alejandro Navarro, militante panista cuya presencia mediática creció a raíz del mismo, lo que lo llevaría, en 2018, a convertirse en alcalde capitalino. En ese primer periodo de gobierno, anunció proyectos que le provocaron acerbas críticas, particularmente dos: la pretensión de instalar semáforos en las callejuelas de su hermosa ciudad y construir un nuevo museo para las famosísimas momias.
Pero vino la pandemia de Covid 19 y echó abajo tan siniestros propósitos. Sin embargo, una inexplicable reelección del mismo personaje, tres años después, ha vuelto a poner a debate la cuestión del nuevo museo para las traídas y llevadas momias. Pomposamente nombrado “MuMo”, el recinto sería parte de un centro comercial y contaría con un gigantesco estacionamiento.
No obstante, igual que hace 11 años, ha surgido una lenta pero firme postura en contra de tamaña ocurrencia. Paloma Robles Lacayo, exdirectora del museo referido y actual regidora por Morena en el Ayuntamiento guanajuatense, encabeza la oposición, respaldada por historiadores, periodistas, comerciantes ubicados alrededor del actual museo y gran parte de la sociedad.
Las críticas son de diversa índole: la intención mercantil; el abandono de lo que constituye, según normas federales, un museo de sitio, el cual de todas formas no puede cerrarse, como ha advertido el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); la deuda financiera y, sobre todo, la falta de respeto a los cuerpos de personas muertas, traídas y llevadas de acá para allá.
Sin embargo, el alcalde se monta en su macho y no cede. Ya logró un crédito millonario para llevar a cabo su plan, favorecido por un Congreso de amplia mayoría panista, que tampoco parece comprender lo que está en juego. Aunque tal vez debería pensarlo mejor, pues su apuesta por la mencionada obra, en la que se empeña con un fervor digno de mejores causas, puede costarle muy, muy caro.
Aun con el crédito otorgado, el asunto está prendido con pinzas, debido a diversas cuestiones todavía por resolver, entre ellas, y no la menor, las observaciones que ha hecho el INAH y que condicionan su autorización. Además, Ferronales, empresa paraestatal en extinción, ha expuesto al menos en una ocasión que el terreno donde se pretende edificar el MuMo fue donado al municipio para actividades recreativas en beneficio de la sociedad, no para negocios.
Ante los crecientes obstáculos que enfrenta, Navarro, cauto al principio, ha cambiado su discurso por uno mucho más agresivo, en el que alude a la autonomía municipal, consagrada en el Artículo 115 constitucional, con el fin de salirse con la suya, por encima de toda, lo que delata cierta desesperación.
Esa actitud lo único que puede arrojar es un endurecimiento de las instancias federales y de la misma sociedad. Por ello, quizá sea hora de que el presidente municipal considere que persistir en su intención puede llevarlo a un descalabro de tal magnitud que dé al traste con su incipiente carrera dentro del PAN… tal como le ocurrió a Nicéforo.
Empecinarse en una obra que más parece capricho acerca a Navarro al filo de un abismo que traería consecuencias nefastas para su futuro político. Aún es tiempo de que rectifique, olvide ese sueño guajiro y comience a trabajar en aportar verdaderas soluciones a los muchos problemas que enfrenta la ciudad… antes de que el pueblo se lo cobre.