
Huanímaro, Guanajuato.- En una pequeña cocina del municipio de Huanímaro, entre moldes, vainilla y chocolate, Miguel descubrió algo más que recetas: descubrió una vocación. Con apenas unos años de experiencia casera y el impulso de su padre, este joven huanimarense se convirtió recientemente en el único hombre en graduarse de un curso local de repostería. Paradójicamente, no le gusta lo dulce.
“Me metí porque mi papá me persuadió… para aprender algo nuevo”, dijo Miguel, de voz tranquila pero decidida. Él mismo reconoce que no fue un deseo espontáneo, ni mucho menos una tradición familiar puesto que su familia no se dedica a esos menesteres., explicó el joven. Sin embargo, algo vio su padre —tal vez el potencial— y lo empujó a intentarlo.
Desde la preparatoria, Miguel había preparado postres sencillos: donas, niño envuelto, flan. Pero nunca había tomado un curso formal, hasta ahora, lo que más le gustó fue aprender a hacer un pastel de vainilla y dijo
“No es difícil si pones atención puesto que lo más complejo de un postre no es la técnica, sino “animarse a empezar”.
Aunque no le apasiona el sabor dulce, sí valora el arte de prepararlo. “Una cosa es que te guste y otra que lo sepas hacer”, dice con naturalidad. Su técnica preferida es el uso del chocolate, al que aprendió a incorporar de diversas formas en pasteles y coberturas durante el curso.
Al preguntarle por el futuro, Miguel se lo imagina estudiando la carrera de Alimentos en el Instituto Tecnológico Superior de Abasolo (ITESA). “Me veo titulado en unos cinco años, quizá trabajando fuera del estado”, afirmó el huanimarense. Y aunque aún no tiene un plan de negocio concreto, no descartó que la repostería se convierta en una fuente de ingreso más adelante.
“No me gusta lo dulce, pero sí me gusta aprender”, repite como si esa contradicción definiera su historia. En un ambiente donde la repostería suele estar ligada a mujeres y a herencias familiares, Miguel rompe el molde con sencillez, sin discursos ni poses.
Es probable que pronto lo veamos en una cocina más grande, diseñando sabores nuevos o perfeccionando los que ya conoce. Lo cierto es que, sin importar si prefiere lo salado, Miguel ya encontró en la repostería una forma de hornear su propio destino.