Irapuato, Guanajuato
Matías es un niño de tres años, llegó en los brazos de su papá dormido, no podía despertar, porque estaba deshidratado y requería que lo atendiera un médico, pero desafortunadamente ni las tres horas que duró en la sala de urgencias del Hospital General de Irapuato, fueron suficientes para que al menos le hicieran caso.
Eran poco antes de las siete de la noche, hora en la que había llegado una persona baleada, estaba una ambulancia de la Cruz Roja y afuera del área de urgencias bastantes personas esperando a familiares y sólo unos cuantos esperando atención con los llamados médicos de urgencias.
Matías Ramírez estaba en los brazos de su papá Manuel un hombre sencillo que iba sólo, pues había dejado a sus otros dos hijos en compañía de su esposa; él quería que atendieran a su hijo porque llevaba casi dos días sin comer nada.
Matías no despertaba, tenía la boca inflamada por la gran cantidad de los llamados “fuegos” que no le permitían probar bocado alguno. A las 6:50 que llegaron, entraron en un área llamada TRIAGE que es el área para canalizar a los pacientes por el grado de complejidad médica, como si se tratará de un semáforo: blanco no es grave, verde grave pero no tanto, amarillo, urgente y rojo urgencia.
Durante ese periodo, al igual que Matías a quien valoraron como “VERDE”, estaban otras pacientes, entre ellas dos mujeres con sus bebés, una mujer embarazada con un fuerte dolor de estómago y otras dos pacientes más, todas ellas mujeres, en total 5 pacientes.
El tiempo comenzó a transcurrir, llegó una ambulancia con otra persona baleada que a los pocos minutos murió, mientras que desde las bancas de Urgencias se veían a los familiares de esta persona llorando y gritando.
Afuera de la sala, los llantos eran desgarradores y dentro de la sala, nadie era atendido, inclusive, hubo un momento en el que una persona le llevó una torta y una coca al doctor de urgencias del consultorio 1, en el consultorio 2 estaba una doctora con el cabello blanco y amarillo, ninguno atendía a nadie.
De las 6:50 de la tarde que llegó Matías con su papá, ya eran las 8:30 de la noche, cuando la enfermera, agarró sus cosas, dijo yo no sé porque tardan tanto los doctores, están en el cambio de turno y yo ya me voy.
Por aproximadamente 10 minutos ya no había ni enfermera, mucho menos doctores atendiendo; después de ahí salió una enfermera joven y a la par llegó un paciente con una lesión en el rostro pasando automáticamente, de los cinco pacientes iniciales, se fueron las mujeres con sus bebés, pues nadie los atendía.
Sin embargo, llegaron otros dos enfermos y Matías seguía sin ser atendido; dieron las nueve de la noche y después de poco más de tres horas, el papá del niño, dijo que lo iba a llevar a otro lado, que estaba ahí porque creía que era graves, aunado a que traía muy poco dinero.
Al final ni Matías, ni esas mamás con sus bebés fueron atendidos, sin antes decir que de los familiares que estaban llorando la muerte de uno de sus integrantes, una mujer se desmayó, fue atendida en el piso por sus acompañantes, los policías estatales y los guardias privados solamente veían como tal cual acto cultural o de entretenimiento, pues en emergencias al parecer sólo atienden a baleados o desangrados, del resto al parecer es al contentillo de los doctores.