Pénjamo, Gto.- Francisco García Guerrero 61 años, originario de Las Ánimas, junto con su esposa Elisa Gaona han sabido llevar el sabor del atole de garbanzo y maíz por las calles de Pénjamo. Los artesanos no sólo han encontrado clientes, sino amigos.
A 20 años de hacer una de las bebidas consideradas tradicionales, Francisco y Elisa se han consolidado en un negocio que a parte de ser “único” por que nada más ellos se dedican a vender sólo atole, han sabido ir creando un sabor inigualable.
Desde las 4 de la mañana el proceso para fabricar el atole blanco o también llamado puscua, forma parte de la elaboración, aquí se limpia el garbanzo, se tuesta, se lleva a moler y luego se mescla con canela antes de ponerse a hervir.
Luego a las siete de la mañana esta pareja con más de 27 años de casados, salen a las calles y ayudados de una carretilla que modificaron llenan algunos botes con atole para venderlos desde muy temprana hora en puntos en los que algunos trabajadores los esperan con una bebida caliente.
“Tenemos 20 años haciendo atole, blanco y de garbanzo, teníamos mucha necesidad y nos pusimos a vender atole; aquí la gente nos compra y nos gusta vender por que tenemos muchas amistades, la gente que nos ve feo le sonreímos por que esperamos ganárnosla” dijo Francisco.
El smog les hizo daño
Dentro de sus recuerdos, los “atoleros” contaron que cuando decidieron casarse se fueron a vivir a la ciudad de México porque los padre de Francisco eran de ese lugar y por ahí podrían encontrar trabajo con mayor facilidad.
Elisa Gaona, dijo que en el año 1985 cuando ocurrió el temblor del 19 de septiembre, fue el primer aviso para regresar a Pénjamo por que a penas tenía 39 días que acababa de nacer su único hijo y fue le primera vez que observaba como se movían los edificios y algunos caían.
Por su parte Francisco, contó que dentro de sus labores como jardinero, vio como unas oficinas se venían abajo y como ocurrían algunos hechos a los que considero como milagros por que la gente se hincaba a rezar y las personas que estaban molestas entre ellas se abrazaban.
“Nunca había visto que temblará, y tembló bien feo, un edificio se cayó a un lado de mi, me tocó sacar gente, hubo varios temblores; mejor me hinque a rezar, dicen que a esa hora andaban unos policías que no se hablaban y a esa hora se abrazaron, fue muy feo” dijo Francisco.
A partir de ese momento, Elisa regreso a la localidad por que a parte del miedo que tenía le dijeron que la contaminación le estaba ocasionando problemas en su salud, “el clima no me asentó, el doctor nos dijo que si quería vivir me olvidará de México”.
Francisco a los pocos años de que pensionó también regreso al municipio y a partir de ahí comenzó el negocio de vender atole. Los esposos son muy peculiares por que usualmente siempre están contentos, en especial Francisco, quien no le importa bailar o contar algún chiste para hacer sentir bien a los que los rodean.
En fin de este par de penjamenses han demostrado que a partir de un negocio pequeño se puede generar dinero para el sustento de su familia, dar realce a una alimento tradicional y lo más importante hacer amistades.
Sabías que…
Un vaso de atole blanco o puscua lo venden a tan sólo un peso y un vaso de atole de garbanzo a tres pesos.