Leyenda: “El tesoro de la calle Soledad”

Irapuato, Guanajuato.- En Irapuato se cuentan muchas leyendas, en su Centro Histórico, sus calles por las cuales transitan cientos de personas todos los días, esconden historias de túneles y tesoros…muchas de miedo. A continuación la Leyenda “El tesoro de la calle Soledad” narrada por su autor Carlos Sánchez Herrera, te da cuenta de una.

“Esta leyenda me la contó Doña Jovita (nombre ficticio), vecina de la zona centro de Irapuato. Cuenta la señora que su abuela trabajó de sirvienta en una gran casona ubicada en la antigua calle de La Soledad (hoy Ramón Corona) cuando ésta tenía acaso unos 14 años de edad, allá por los años 20´s.

Todas las mañanas se levantaba muy temprano la joven y se iba a trabajar, pues tenía que estar listo el desayuno para cuando lo patrones se levantaran como a eso de la siete u ocho de la mañana.

La familia la constituían el jefe de familia dedicado a comercio, su esposa, una antigua aristócrata, venida a menos por causas de la Revolución y que sin embargo seguía teniendo sus aires de grandeza flemática por la casona heredada por sus padres y tres pequeño niños de 10, 8 y seis años. Esa era toda la familia que habitaba  dicha casona, así que la joven sirvienta los conocía perfectamente bien a todos.

Cierta mañana del mes de abril, cuando la joven entró a la estancia miró entre la penumbra a un hombre desconocido sentado en el sillón principal, al que a pasar de verle la cara a la distancia, no alcanzaba a distinguirle los ojos pareciéndole más bien que estos estaban vacíos.

Asustada cruzó corriendo hacia al otro extremo adentrándose en la casa y cuando volteó a ver, el hombre del sillón ya no estaba, pensó que todo era producto de su imaginación provocado por las sombras de las cortinas gruesas y pesadas aun cerradas y no le dio más importancia.

Pasaron unos días y se repitió la historia, nuevamente estaba el hombre aquel sentado en el sillón, pero esta vez vio como le llamaba con unas sus esqueléticas manos, la joven no pudo resistirlo y pegando un grito cayó desmayada. Alarmados los habitantes de la casa salieron de sus habitaciones a ver qué es lo que ocurría, encontrando a la trabajadora tirada en el piso a la mitad de la estancia.

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