Irapuato, Guanajuato.- Hoy relato la situación tan lamentable que hemos estado viviendo en la familia: mi papá casi muere por Covid y las secuelas son fuertes. Mi mamá, mi tía, mi hermano y yo también somos portadores de un virus que cambia la vida de las personas.
Tenía fiebre y diarrea, él creía que se trataba de una infección en el estómago por haber comido una pizza en mal estado, pero no, era Coronavirus, un virus que a mi papá le pegó tan fuerte que la recuperación posiblemente durante varios meses.
Mi papá un hombre de 68 años, creyente de la biblia, sin enfermedades y con una vida relativamente tranquila cayó en cama, le es difícil respirar, hablar y comer; los pulmones han sido dañados drásticamente.
Entre mis hermanos y yo, decidimos realizar su tratamiento en casa, lo tenemos con oxígeno y literal una “bomba de medicamentos”, porque desafortunadamente en el sector público las estadísticas de decesos contra los que se recuperan en hospitalización no es muy favorable.
Aquí pensamos que en caso de que mi papá trascienda, al menos lo podamos ver; hace poco menos de un mes un gran amigo, perdió a sus papás y ni siquiera pudo ver sus cuerpos, solamente recibió las cenizas en una pequeña caja y a la fecha trae ese nudo en la garganta, porque no se pudo despedir de ellos.
Hoy aquí pasamos un momento difícil, aquí te das cuenta quiénes al menos preguntan, quiénes se alejan y quienes simplemente te rechazan por temor a ser contagiados, en lugar de brindarte facilidades, en estos días la discriminación es latente y los esfuerzos por conseguir lo que se tenga que ocupar cuando se ocupe son necesarios.
Así las cosas entre un paciente de Covid grave y otros integrantes de una familia, que en la misma casa, buscamos estar alejados, simplemente buscamos que las cosas comiencen a mejorar, simplemente buscamos que todo mejore.