Hacia el siglo XX: pionera del cine aficionado leonés. Una charla con su director: Arturo Velázquez

Arturo Velázquez, actor y director de cine independiente.

León, Guanajuato.- Año 2160, el historiador Óscar Morales viaja a la base lunar Selene I para viajar en el tiempo. La secuencia recuerda, en una versión de artesanal, a “2001 Odisea del Espacio” y “La Guerra de las Galaxias”. Su destino: León a finales de 1914, durante la ocupación villista. Algo sale mal: el investigador -ataviado con manta huarache y sombrero- aparece en 1985, en la colonia Panorama, donde está a punto de ser atropellado por un auto conducido por el también joven Rodrigo Nava.

Así empieza “Hacia el siglo XX”, película filmada en formato de cine súper 8 milímetros y proyectada el 26 de noviembre del 1985 en la sala Polivalente del Teatro Manuel Doblado, de León. Su director: Arturo Velázquez.

Fue estrenada meses antes de “Volver al futuro”. Entonces jóvenes estudiantes de comunicación del Tec de Monterrey, la Ibero y a Universidad del Bajío (hoy La Salle) escribieron, filmaron y actuaron en lo que es también un testimonio audiovisual de cómo era la ciudad en esa década.

En su época de actor-director.

La historia fílmica refiere que, en 2155, el Dr. Octavio Sánchez inventa la Cronotransportación y para tal efecto establecen un centro de aplicación en la Base Lunar Selene I. En abril de 2160, un joven integrante de la Sociedad Mexicana de Historiadores emprende la aventura de viajar al León revolucionario. Arturo Velázquez ha compartido su ópera prima (y única) y charla sobre el tema.

La entrevista se hace vía zoom, fieles a lo que en los ochenta sería ciencia ficción. De computadora a teléfono celular, uno en León, otro en la ciudad de Guanajuato. Entrevistado y entrevistador ahora ya no son jóvenes delgados ni bellos y tienen arrugas y canas.

La experiencia

Algunos de los actores que participaron en la película.

Quien esto escribe estudiaba comunicación en la UNAM y estaba de vacaciones en su natal León. Por azares del destino llegó al teatro Manuel Doblado y en la Sala Polivalente exhibían una película de 52 minutos de duración. Ahí estaban Arturo Velázquez, el flamante director, y su asistente, el no menos flamante José Luis García Galiano.

Óscar se salva de ser arrollado por el auto, pues se lanza en maroma (como en las películas) para luego ir a un changarro, donde venden no muy villistas hamburguesas. Pide una y trata de pagar con un billete “de los de mi general Francisco Villa”, siempre observado por el curioso Rodrigo Nava y el malora Luis Márquez.

Arturo cuenta que el proyecto fue concebido por él y por su amigo de juventud Héctor Manuel López Rosado, quien fallece y, en su memoria, se produce la cinta, con el financiamiento del Dr. Manuel López Saldaña, padre del muchacho.

Amantes de la historia y fascinados por la presencia de Villa en León, es el tema que asignaron desde el guion a la cinta. La película empieza con un mensaje de contexto muy al estilo de la Guerra de las Galaxias. Luego aparecen naves espaciales a la manera del cine mexicano de los sesentas, pero de marcha y música similar a “2001. Odisea del Espacio”. Esas naves, que tenían protegida y resguardada a la luna, dice el entrevistado, no estaban contempladas en la versión primaria, pero Arturo inventó que el viaje por el tiempo debía hacerse desde la luna con tal de incluir naves espaciales. Caprichos (muy acertados) del director.

Luis Márquez es un pillastre que cree que el aparecido se puede mover de un lugar a otro. Así que roba el cronotransportador (algo así como un walky Talky) del historiador, junta a la banda y lo secuestran.

“Yo era muy cinéfilo”, narra Arturo, quien ya para entonces había desarrollado su vocación por el séptimo arte y lo hizo con integrantes del Taller de Teatro del ITESM y amigos estudiantes de comunicación (Nora Delgado, Armando Ruiz Vera y otros).

Los pillos torturan al secuestrado para que les explique cómo funciona el aparato. Su plan es aparecer en la bóveda de un banco y desaparecer. Él se niega. Uno de los integrantes de la banda decide ayudar al secuestrado y lo libera.

La película, continúa Arturo, fue terminada a contrarreloj y presentada a finales del año, en una ciudad sin canales de exhibición y con poco interés en el cine no profesional. Del súper 8 se transfirió a formado VHS de videocassette, pero lo perdieron, lo que limitó aún más su divulgación.

Arturo decidió estudiar cine y se fue a la ciudad de México. Quiso entrar al Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), pero no lo aceptaron. No volvió a intentarlo y buscó por la libre. Buscó a la industria y tuvo la oportunidad de trabajar en una película donde actuaba Alfonso Zayas. “No aproveché la oportunidad”, reconoce. Finalmente, regresó a León y estudió Administración de Empresas.

Tras ser liberado, el historiador del futuro busca a Rodrigo, quien lo ayuda a escapar de los malos en una persecución filmada por las anchas calles del León ochentero, a “toda velocidad” (como en las películas). Les debo el desenlace.

El presente

He pensado aprovechar ese gusto por el cine, agrega Arturo, ya no como director, sino a través del guionismo. Por eso promueve guiones entre productores, aunque reconoce que es difícil conseguir que los vean. Es el sueño de un cinéfilo, amante de la ciencia ficción, que ahora ejercita el arte de la escritura para el cine. La nostalgia lo envuelve:

La película tiene comedia y aventura, fue un proyecto de amigos, no la pude haber hecho solo. Disfrutamos haciéndola. Armando Ruiz Vera en la cámara; José Luis García Galiano Robles, hombre de comunicación y cultura, como asistente de dirección.

Si vuestras mercedes quieren conocer la cinta y su final, accedan a https://www.youtube.com/watch?v=Yb2r8xU-zpo Ahí verán actores y actrices de primera línea: Israel Jiménez Calvillo, como el despistado historiador Óscar Morales. José Luis García Galiano, como el malvado Luis Márquez. Arturo Velázquez Morales, como el buena onda Rodrigo Nava. Actúan también Gabriel Velázquez Morales, Juan Gerardo Serna, Nora Delgado y otros más que aún no ganan el Óscar. La fotografía es de Armando Ruiz Vera. Puede visitarlo a su estudio para que hable del tema (pero no lleve niños, los odia).

La cinta tiene escenas descriptivas de la ciudad: sus calles, su gente, su transporte público, la contaminación, el tránsito vehicular. Es ya un referente histórico audiovisual.

Arturo remata: “cuando empezamos a hacer la película, teníamos entre 18 y 19 años”. Ni cómo decirle que ya está viejo: yo tenía como 20; no, menos, como 22.

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