Por: Juan José López Luna Fotos: ADP.
Irapuato, Guanajuato.- Doña Martha Avitia Tovar recuerda lo que vivió ese 18 de agosto del 73: “Vivíamos entonces en una casa de la calle Guerrero, ahí frente a donde era la tienda almacenes Blanco, era sábado y desde días antes mi hermano Raúl llegó de visita con su familia, desde muy temprano ya la gente andaba preocupada porque decían que se iba a reventar la presa de El Conejo y se iba a inundar el pueblo, yo recuerdo que le dije a mi papá Saturnino, que se subieran al cuarto del segundo piso por si de verdad llegaba el agua, pero siempre me contestaba; “Yo me tomo toda la que llegue” ja ja ja y por lo mismo nadie hizo caso…
Yo como pude subí a mi tía Tanita, que ya estaba cieguita. Como la casa era muy amplia mis hermanos Roberto y Jesús atrancaron la puerta de la calle y se fueron a sus cuartos, sería como la 1 de la tarde que llegó el agua y muy rápido fue subiendo de nivel así que la fuerza que traía abrió la puerta haciendo como un remolino se fue llevando todo lo que estaba en el patio, cómo sería que hasta la lavadora se la arrastró para la calle, lo bueno que afuera la misma corriente la aventó contra unos árboles y ahí se quedó atorada, pero nadie pudo salir por ella…
Nosotros más tarde nos pusimos a ver desde la azotea cómo por la calle guerrero pasaba la corriente muy fuerte y arrastraba muchas cosas, muebles, coches y animales, alguien decía que vieron a un hombre muerto también entre las aguas…
Pero por no haber hecho caso antes, por las prisas nadie subió nada para comer ni tomar y cuando nos dimos cuenta ya casi de noche, mis hermanos y sobrinos quisieron rescatar algo de la cocina, pero ya todo estaba entre el agua echado a perder…como teníamos visitas había varios niños y solamente teníamos 3 paquetitos de galletas y así estuvimos, hasta que como a las 3 de la madrugada mi sobrina Patricia se bajó y agarró una gallina de entre el agua, como pudimos la desplumamos y con puros papales la asamos y eso fue lo que los adultos estuvimos comiendo…
Toda la madrugada se escuchaba la corriente del agua y varias veces otros como golpes fuertes, que eran las paredes de casas de adobe, nos asomamos antes de que amaneciera y vimos cómo se fueron cayendo varias…
Acá en nuestra casa también las paredes del patio, que eran de adobe se vinieron abajo.
Al día siguiente domingo, ya por la tarde mis hermanos bajaron para salir a buscar comida, dijeron que era muy difícil, porque hacia el mercadito Guerrero y la planta de la luz(Torres Landa) el nivel del agua era más alto y se regresaron porque era muy peligroso…
Yo como pude agarré a los niños, nos bajamos y me los llevé a la casa de mi hermana Ruth en la entrada de Bolívar para ver si ahí por lo menos tenían algo de comida, ahí estuvimos hasta que se medió normalizó la situación, que fue como por el lunes, regresamos a la casa de Guerrero y ya para entonces vimos que la tienda Blanco abrió para vender lo que no se echó a perder, y junto con mucha gente corrimos para comprar lo que fuera lo importante era tener algo para comer. Fue algo muy duro para mucha gente, porque se quedaron sin casa, sin muebles ni ropa, pero también muchos sin familiares, Dios nos proteja de que nunca vuelva a pasar algo similar”