Por: Juan José López Luna Fotos: ADP.
Irapuato, Guanajuato.- Don Jesús Rivera aún con pesar recuerda lo vivido aquél 18 de agosto del 73.
“Han pasado 50 años ya de aquella terrible inundación que destruyó y cambió para siempre a Irapuato, recuerdo que yo tenía entonces 30 años de edad y trabajaba para un banco, donde días antes entre compañeros y clientes se rumoraba que posiblemente se reventaran las presas y se inundara la ciudad, pero igual que casi todo el pueblo, no creíamos que sucediera tal cosa, sin embargo el viernes por la tarde noche cuando llegué a la casa en calle 4 Vientos, donde vivía con mi madre Sara Bustos, mi hermana Eva y mi sobrino Héctor de 4-5 años, escuchábamos que la situación estaba algo crítica y como no queriendo pedían a la gente que estuviera preparada para una inundación leve…
Al día siguiente sábado muy temprano decidí ir a las vías de la coca cola para ver cómo estaban las cosas, al llegar como a las 10 había mucha gente , todos agitados, pero como no vi agua, me regresé, más tarde como al medio día, mi madre dijo que fuera a la comercial mexicana a comprar alimentos por si las dudas, al mismo tiempo que los locutores indicaban que se había reventado la presa y el agua ya venía hacia Irapuato, entonces agarré mi Datsun y enfilé hacia la comercial, pero cuando iba llegando a las oficinas de Gobierno, que por cierto ese día se inauguraban, pero vi que el agua ya venía llegando a la glorieta de las espigas y sin pensarlo me di la vuelta de regreso, llegué a toda prisa y la casa y les dije a mi mamá y hermana que ya venía el agua, que subiéramos algunas cosas en mesas y sillas, pues según los rumores no pasaría del medio metro el nivel. Y puso mi carro encima de ladrillos esperando que no se le fuera a mojar de adentro, también puse varios costales llenos de arena en la puerta como barrera porque no teníamos reja.
Serían como las 2 de la tarde cuando el agua ya corría por las calles del barrio, pero a la casa entraba de a poquito por los costales que puse, sin embargo pronto los rebasó y el nivel subió mucho, por lo que nos fuimos hacia el patio trasero y de ahí vimos que las bardas de las casas vecinas se cayeron haciendo un estruendo, las olas dañaron nuestras paredes y el agua ya casi nos llegaba al cuello, por lo que un vecino que se asomó, nos facilitó una escalera y de ese modo pudimos subir al techo de la casa todos impresionados por lo que estaba pasando…pero cuando creímos que ya estábamos a salvo, resulta que el agua comenzó a rebasar el techo de la casa y nos asustamos, gracias a Dios que estaba una casa en obra negra y atravesando techos de teja y rompiendo algunas, pudimos llegar a ella, era un cuartito y al rato otros vecinos, como 10 también brincaron a donde estábamos, con tristeza vimos cómo nuestra casa quedó bajo el agua.
Fueron pasando las horas, nadie teníamos nada que comer, pero ni hambre nos dio con la impresión que estábamos viviendo, antes de oscurecer pude asomarme y ver que mi carro estaba casi y un perrito que se andaba ahogando se pudo subir al mismo, sólo que minutos después sólo escuchábamos el ruido cuando se caían las bardas y casa por la fuerza del agua, como era un barrio muy viejo las muchas fincas eran de adobe, madera y tejas, así nos la pasamos, sentados en el suelo pues ni siquiera había espacio para acostarse…
Al día siguiente alguien comentaba que por la noche se vio un ataúd flotando y es que sobre la misma calle 4 Vientos había un velorio el sábado. Yo no lo vi, pero lo que sí escuché fueron varios estruendos, cuando se cayeron las casas cercanas, más tarde llegó mi cuñado Vicente, esposo de mi hermana María del Socorro y quienes vivían metros adelante, se venía colgando de barandales y nadando, cuando vio que su hijo y nosotros estábamos bien, le dije que buceara en nuestra cocina y saca comida enlatada de la despensa, era muy buen nadador, y así fue como tuvimos para comer unos días porque el nivel del agua no bajaba, recuerdo que tuvimos qué tomar agua del tinaco y como Vicente me trajo una botella de coñac que guardaba yo en la alacena, pues me la estuve tomando a tragos para calentarme ya que no teníamos ni cobija ni nada…Fue hasta que dinamitaron el bordo de la autopista, allá por las carmelitas, que el agua se desfogó y como el miércoles pudimos bajar y yo ir al banco, y aunque no trabajamos con clientes nos encontramos con que los cristales se rompieron con algún objeto que la corriente arrastró y se salieron muchos archivos, después nuestros patrones nos mandaron catres, colchonetas y despensas, pues en la casa se perdió absolutamente todo y las bardas viejas se cayeron…me acuerdo que cuando caminaba por las calles para llegar al banco, aquello era pura destrucción, más bien parecía zona de guerra, fue una de las zonas más destruidas y por eso cuando el presidente Luis Echeverría vino a Irapuato, el Alcalde Max Kirbach lo llevó y anduvieron caminando entre el lodazal. Pasó tiempo para que la situación se normalizara un poco, gentes del INDECO llegaron a tumbar parte de la casa disque para reconstruirla, pero jamás regresaron…Yo creo que aquella tragedia fue un parteaguas, pues de ahí la ciudad cambió a lo moderno y ahora todas las casas son de tabique y cemento. Nosotros gracias a Dios no tuvimos pérdida de ningún familiar, aunque algunos se quedaron sin casa, pero un familiar nuestro que vive allá por El Copalillo, nos aseguró que en las noches por allá fueron a tirar muchos cuerpos y los enterraron. Dios nos proteja de alguna situación igual, que aquella del 73”.