“Es necesario reencontrarnos
con nosotros mismos
para poder cambiar todo”.
Abel Pérez Rojas
Alguien dijo que en realidad aprender es volver a recordar. Hay muchos elementos para afirmar que en efecto así es, aunque no es la única vía, es decir, aprendemos porque recordamos y aprendemos porque entramos en contacto con nuevas situaciones, con nuevos elementos y establecemos nuevas relaciones.
En lo personal creo que no dejamos de aprender y desaprender porque ésta es una cualidad del universo: el constante cambio. Todo cambia, ya lo sostuvo acertadamente Heráclito: lo único que no cambia es que todo cambia.
Sin embargo, el constante cambio -hoy día acelerado por las innovaciones tecnológicas y la posibilidad de enterarnos al instante de lo que sucede en esta aldea hiperinterconectada- ha provocado que perdamos de vista la vida interna en nuestro Ser.
En algunas escuelas iniciáticas se la ha llamado a lo profundo de lo profundo de nuestro Ser: Refugio Interno, Consciencia, Sancto Santorum o simplemente Yo.
Según la experiencia de personas de todos los tiempos y de todas las latitudes ingresar a estados profundos de meditación permite ver el universo a mayor profundidad, y con ello poder elegir entre lo que vale la pena y lo que no.
Pero adentrarnos en nuestro Ser se dificulta, porque precisamente la percepción de que la realidad se mueve a través de cambios incontrolables nos sume en situaciones de estrés, ansiedad y miedo.
La generación de entornos en los cuales la interioridad de las personas permanezca invisible se ha convertido en uno de los mejores medios de control de las sociedades.
Si las personas olvidamos la verdadera realidad que emerge de esa zona de nuestro Ser, eso que nos une con nuestro origen y con el origen de todo cuanto nos rodea, entonces somos presa fácil de todo tipo de espejismos e individuos perversos, inclusive somos víctimas de nosotros mismos.
El afamado y controvertido Osho (Bhagwan Shree Rajneesh. 1931 – 1990) en El libro del hombre, se refirió así a la meditación:
“La meditación es un misterio tal que se le puede llamar ciencia, arte o truco, sin caer en ninguna contradicción.
“Desde un punto de vista es una ciencia, porque hay una técnica muy delimitada que hay que seguir. No existen excepciones, es casi una ley científica. Pero desde otro punto de vista diferente, también se puede decir que es un arte. La ciencia es una extensión de la mente. Son matemáticas, es lógica, es racional.
“La meditación pertenece al corazón, no a la mente; no es lógica; está más cerca del amor.
“No es como otras actividades científicas, sino más parecido a la música, a la poesía, la pintura, la danza; por eso, se le puede llamar un arte. Pero la meditación es un misterio tan grande que llamándola “ciencia” y “arte” no llegas a abarcarla. Es un truco; o la captas o no la captas. Un truco no es una ciencia, no puede enseñarse. Un truco no es un arte. Un truco es algo misterioso para la comprensión humana”.
Si es cierto, como lo dice Osho, que la meditación es ciencia, arte y misterio, entonces podemos entender por qué el saber, que es producto de dichos estados, cobra una relevancia mayor, y en consecuencia nos permite ver todo de raíz.
Es en el contexto de las experiencias científicas-artísticas-misteriosas donde el aprender es recordar y recordar es aprender.
Será de gran valor recordar –traer nuevamente a nuestro corazón- las fortalezas que nos han permitido sobrevivir y vivir episodios históricos igualmente oscuros como los que vivimos hoy.
Que así sea.
Abel Pérez Rojas (abelpr5@gmail.com / @abelpr5 / facebook.com/PerezRojasAbel) es poeta, comunicador y doctor en Educación Permanente. Dirige: Sabersinfin.com.