
Durante el último siglo, la ropa ha reflejado los cambios sociales, políticos y culturales en todo el mundo. México no ha sido la excepción. La moda ha funcionado como un espejo de las transformaciones colectivas, expresando desde luchas feministas hasta el auge de la cultura pop. Esta evolución también ha implicado replantear los límites de lo que se considera “formal” o “adecuado”, abriendo espacio a nuevas formas de identidad.
Los códigos de vestimenta ya no se perciben como reglas fijas, sino como prácticas flexibles que permiten explorar quiénes somos. Perfumes, accesorios y hasta peinados han acompañado estos cambios como formas de autoexpresión. Algunas fragancias, como Lady Million, lograron convertirse en íconos de poder y sofisticación al igual que ciertas prendas, por su capacidad de representar una actitud o aspiración.
A través del análisis de distintas décadas, es posible identificar cómo se fueron construyendo nuevos consensos en torno a lo apropiado para cada contexto. Ya no se trata solo de normas impuestas, sino de elecciones conscientes que se adaptan a estilos de vida cada vez más diversos.
Los años 20 y la ruptura con lo victoriano
Este periodo marcó una emancipación estilística en varios sentidos.
Siluetas más sueltas y cortes andróginos
Durante los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, las mujeres abandonaron los corsés y adoptaron vestidos rectos con cintura caída. En México, aunque el acceso era limitado, las clases medias urbanas comenzaron a imitar estos estilos en celebraciones sociales.
El surgimiento del estilo “flapper”
Cabello corto, labios oscuros y vestidos con flecos simbolizaban libertad. El estilo era más rebelde que elegante, y marcas como Jean Patou o Chanel se posicionaron en Europa como referentes de esta transformación estética.
Los años 50: la vuelta a la feminidad estructurada
Después de la Segunda Guerra Mundial, el vestuario recuperó formas más marcadas.
El “New Look” de Dior y su influencia
Cinturas estrechas, faldas amplias y chaquetas entalladas definieron la imagen femenina de la época. Este canon llegó también a México, promovido por revistas como Claudia y Vanidades.
Perfumes y glamour de alta costura
El uso del perfume era parte del ritual de arreglarse. Mientras en Francia se popularizaba Miss Dior, en México se comercializaban equivalentes accesibles en tiendas departamentales como El Palacio de Hierro.
Décadas de rebeldía: 60 y 70
La juventud tomó el control de la moda y rompió con los patrones clásicos.
Minifaldas, estampados psicodélicos y botas altas
Mary Quant y Paco Rabanne introdujeron nuevas siluetas que escandalizaron a sectores conservadores. En México, estas influencias llegaron a través de las telenovelas y el cine nacional.
El perfume como declaración personal
Aromas intensos como Opium de Yves Saint Laurent o el clásico Charlie acompañaban a quienes buscaban diferenciarse. Los códigos de vestimenta se flexibilizaron también por la irrupción de nuevas fragancias que sugerían irreverencia.
La década de 1980: exceso, volumen y poder
Los 80 redefinieron la moda desde el ámbito laboral hasta el escenario musical.
Hombreras, colores eléctricos y mezclas arriesgadas
El vestuario ejecutivo adquirió una estética dominante. Las mujeres que entraban a espacios corporativos imitaban los trajes masculinos, pero con estilización propia. En México, esto coincidió con la consolidación de figuras públicas femeninas en medios y política.
Fragancias dominantes y visuales potentes
Perfumes como Lady Million o Giorgio Beverly Hills usaban el oro como símbolo de ambición. Estos aromas eran fuertes, dulces y duraderos, creando un halo de autoridad a donde llegaban.
Años 90 y 2000: minimalismo y mezcla cultural
Se cuestionaron los excesos y se valoró la simplicidad.
Jeans, camisetas blancas y el auge del look “normcore”
Lo básico adquirió prestigio. Se mezclaban marcas de lujo con prendas económicas. El look casual dominó las oficinas y eventos sociales, especialmente entre jóvenes profesionales en ciudades como Guadalajara o Monterrey.
Fragancias ligeras y unisex
La preferencia por aromas cítricos o acuáticos creció. CK One, Light Blue de Dolce & Gabbana y Cool Water fueron algunos íconos de la época. Se diluyeron las líneas entre lo femenino y lo masculino, también en la moda.
La última década: inclusión, sostenibilidad y tecnología
Los códigos se fragmentaron. Cada persona crea sus propias reglas de estilo.
Ropa sin género, prendas recicladas y slow fashion
Diseñadores como Carla Fernández o Benito Santos han promovido propuestas mexicanas con conciencia ética. Se prioriza el origen de la ropa y su impacto ambiental. La ropa ya no solo viste, sino que comunica valores.
Nuevas narrativas en perfumería
Marcas como Kriska Drama, Alharamain o Elie Saab perfume se insertan en un panorama donde la autenticidad es clave. Incluso firmas como Lady Million han renovado sus campañas para hablar de autoconfianza y empoderamiento más allá del lujo.
El rol del perfume en la expresión cultural mexicana
El aroma también refleja cómo se visten y se ven las personas.
Asignación simbólica del perfume
Así como ciertos colores se asocian a emociones, también los aromas se ligan a ideas sociales. En México, fragancias con notas de vainilla, ámbar o flores tropicales son muy apreciadas por su calidez.
Ejemplos actuales en el mercado nacional
Además de las marcas internacionales, firmas como Xixón, Le Frag o Tokón exploran propuestas olfativas mexicanas con ingredientes locales. Esto conecta la moda con la identidad cultural desde el olfato.
Aromas y vestimenta: una alianza en evolución
La combinación entre ropa y perfume crea una presencia completa.
Coordinar fragancias con estilo de vestir
Un look sobrio puede elevarse con un perfume cítrico brillante, mientras que un outfit relajado puede complementarse con notas amaderadas. La coherencia entre aroma y atuendo potencia la expresión personal.
El perfume como parte del atuendo
Ya no es un detalle invisible. El frasco puede ir a la vista en la bolsa o el tocador como parte de una estética general. La moda no termina en la ropa; se extiende hasta el último spray.

Lo que dice tu ropa (y tu perfume) de ti
A lo largo del último siglo, los códigos de vestimenta han pasado de ser normas rígidas a convertirse en herramientas de expresión individual. La ropa ya no responde únicamente a una función práctica, sino que comunica valores, identidades e incluso posturas políticas. En el contexto mexicano, esto se ha reflejado tanto en la apropiación de tendencias globales como en la revalorización de elementos tradicionales. El uso del perfume también forma parte de este proceso: no es un simple accesorio, sino una forma sensorial de contar quiénes somos o qué queremos proyectar.
Hoy, las decisiones sobre cómo vestirse o qué fragancia usar son más conscientes y flexibles. Lo que antes dictaban etiquetas sociales, ahora se negocia desde la experiencia y la autoafirmación. Perfumes como Lady Million ya no se limitan a representar estatus, sino que encarnan emociones asociadas a momentos clave, como un logro personal o una etapa de cambio. Esta evolución estilística ha transformado la forma en que habitamos lo público y lo privado. Así, la moda, lejos de ser superficial, se convierte en un lenguaje que habla del presente con ecos del pasado y anticipos del futuro.