Pénjamo, Guanajuato.- Don Juan Maqueda y su esposa Doña Carmen Ramírez, comerciantes de flores en el Panteón municipal, platicaron sobre el único suceso extraño que les ha acontecido a lo largo de los años de ofrecer su producto.
Comentó Don Juan que un día en la mañana una mujer vestida con una especie de camisón, se acercó a su puesto para llevar un par de arreglos que dejaría en una tumba dentro del panteón, al momento de pagar, esta les dio un billete de 20 pesos lo que era insuficiente para cubrir el importe de los ramos. “señora con esto no le alcanza. Son 100 pesos”.
La mujer apenada le dijo que la disculpara que no se dio cuenta de la denominación del billete. “Soy ciega, ¿podría ayudarme a sacar del monedero el de 200?” a lo que Don Juan accedió de buena gana.
La clienta al esperar el cambio se quedó en un estado extraño, como ida, viendo a hacia un punto fijo, señaló Doña Carmen. En ese momento le dijo a su nuera que acompañara a la señora a la tumba a la que se dirigía, y así lo hizo. Pues tenía miedo de que se fuera a caer en el camino.
La invidente tomó del hombro a mi nuera y ambas se dirigieron hacia la tumba donde iba a dejar sus flores, unos minutos después mi nuera salió sola de las puertas del panteón. “Hija ¿dónde dejaste la señora?” cuestionó Doña Carmen.
Maribel su nuera contestó que “la dejó ahí, a mitad de la primera calle del panteón”. La señora le pidió que la soltara que la dejara ya. Yo le dije “pero señora, no hemos llegado a la tumba que va a visitar”, aquí es la mitad del camino, todavía falta, pero dice que la cieguita fue muy insistente y ahí la dejó, continuó relatando Doña Carmen.
Pero no me lo va a creer, en cuanto partieron mi nuera y la señora, yo clarito vi que esta caminaba de una manera muy extraña, “como que pisaba y no pisaba, así como flotando”. Total pasaron las horas, se llegó el momento de recoger la mercancía y de que los trabajadores del panteón cerraran las puertas y ni mi esposo, ni yo vimos que saliera la dama ciega del camisón.
A la mañana siguiente a este suceso Don Juan preguntó al velador y a los trabajadores del panteón qué si se había quedado alguien encerrado, pero su respuesta fue negativa.