¡Basta ya de sembrar terror y muerte!, pide diócesis de Irapuato

Irapuato, Guanajuato

La Diócesis de Irapuato a través de un comunicado pidió un cese a la ola de violencia que se ha marcado en México y ahora con ataques directos a párrocos de diversas iglesias. El texto dice que los sacerdotes de Puebla y de la Arquidiócesis de México, han fallecido de forma extraña y aunque hay evidencia de situaciones similares en Guanajuato pone en evidencia la pérdida de dos padres como partidas dolorosas.

¡Basta ya de sembrar terror y muerte!

Con dolor y preocupación cada día constatamos hechos sangrientos en México y en particular en esta zona del Bajío guanajuatense, donde aparecen nuevos ajusticiados con signos que van allá de la violencia: hallazgo de cadáveres descuartizados; incinerados, disueltos en ácidos.

Esto es la locura del fratricidio, de la impiedad, del ultraje a la vida humana en forma despiadada.

El pasado fin de semana la ola de horror sacudió en forma directa a la Iglesia con el asesinato de dos ministros sacerdotes, crímenes que vistieron de luto y de llanto a la amada Viña del Señor, su Iglesia, por la quien Jesús dio la vida.

Los Padres a quienes se les ha arrancado la vida en forma criminal son:

Rubén Alcántara Díaz, de la Diócesis de Izcalli,

Juan Miguel Contreras, de la Arquidiócesis de Guadalajara,

Los Padres que murieron de forma extraña son:

Lucino Flores Sánchez, de la Arquidiócesis de Puebla,

Moisés Fabila Reyes, de la Arquidiócesis de México.

Además, la Diócesis de Irapuato sufrió la pérdida de un hermano sacerdote, el Padre Heriberto Arellano Alvarado, el pasado domingo 22 de abril, por razón de enfermedad. El Padre Arellano era el párroco de la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, de La Ordeña, municipio de Salamanca. Una partida dolorosa también.

Según analistas, México se ha convertido en un lugar peligroso para ejercer el ministerio sacerdotal.

Los pastores de la Iglesia en todo el país han alzado de una u otra forma la voz para decir “¡basta ya de tanto crimen!”, de cegar tantas vidas, de enlutar familias, de causar sufrimiento en tantas almas, de hacer sangrar a México.

En el núm. 54 de la encíclica Evangelium vitae, San Juan Pablo II enseñaba que: “Explícitamente, el precepto «no matarás» tiene un fuerte contenido negativo: indica el límite que nunca puede ser transgredido. Implícitamente, sin embargo, conduce a una actitud positiva de respeto absoluto por la vida, ayudando a promoverla y a progresar por el camino del amor que se da, acoge y sirve”.

El Papa Francisco hace ya tiempo llamaba a la conversión a quienes “han elegido el camino del mal”; y les decía que “quien ama a Jesús (…) no puede en ningún modo entregarse a la obra del mal. No pueden considerarse cristianos y violar la dignidad de las personas. Los miembros de la comunidad cristiana no pueden programar y consumar gestos de violencia contra otras personas o contra el medio ambiente”.

También advertía que: “los gestos externos de religiosidad que no van acompañados de verdadera y pública conversión no bastan (…) para acreditar como creyentes a aquellos que, con la maldad y la arrogancia típica de los criminales, hacen de la ilegalidad su estilo de vida”. Incluso ha afirmado que “los mafiosos están excomulgados”.

Nos unimos en solidaridad y esperanza con las diócesis y familias de los sacerdotes fallecidos. El Señor les conceda el eterno descanso a sus ministros, quienes entregaron su vida dando la vida de Dios en medio de su pueblo y sembrando fe y esperanza. Que la felicidad de Dios sea su heredad, la que ya nadie les podrá arrebatar.

Que la autoridad cumpla con su deber de hacer justicia en los recientes crímenes contra sacerdotes, que claman al cielo, y en todos los demás casos que se han acumulado, que no pueden quedar impunes.

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