Pénjamo, Guanajuato.- Ezequiel de 65 años de edad, preparó todo lo necesario para honrar a sus difuntos, en un altar, el próximo fin de semana, que se celebra el día de los muertos; en especial lo dedicará a sus padre y abuelos.
Ezequiel de la comunidad del Mármol fue a adquirir unas coronas y unas flores para adornar el altar y sobre todo para recordar a los familiares y los buenos momentos que pasó al compartir la vida con ellos.
El habitante del Mármol contó que su abuelo materno, en vida llevaba el nombre de Ezequiel Ramírez y se dedicaba a sobar y a dar masajes, a las personas del pueblo que así lo requerían, pero el abuelo tenia una peculiaridad que él era muy mal hablado.
“El abuelo, al dar los masajes a los pacientes estos gritaban y lloraban de dolor, Ezequiel, el abuelo, respondía con un -cállese hijo de tantas. – ¡es que me duele¡, respingaban los masajeados, – aquí se chingan, decía el abuelo.” Recordó con una risa en el rostro el nieto.
El penjamense contó que, en una ocasión la maestra del pueblo tenía una dolencia y le recomendaron ir con Ezequiel, le comentaron que Paula era la esposa del sobador, a lo cual la maestra le pidió que le reservara una cita con su esposo.
Paula abuela de Ezequiel, con gusto reservó la cita para la educadora; al iniciar con la sobada como era costumbre con todos los que pasaban por las manos de Ezequiel el sobador, la maestra comenzó a llorar y a gritar muy fuerte del dolor provocado por el masaje; “cállese hija de la chingada, dijo el sobador, – apa ¿qué no ve que es la maestra del pueblo?, señaló la esposa – qué me importa que sea el presidente, aquí, se chingó conmigo y ¡cállese! hija de la chingada”.
Para terminar, el penjamense dijo que, a pasar del dolor y de las lágrimas, todas las personas que atendía su abuelo quedaban curados del mal que los aquejaba.