Por Gerry Orozco.
Irapuato, Guanajuato.- José Ángel García Witrago, maestro desde 2004, inició dando clases cuando le asignaron la clase de “Informática 1” hace 20 años, recordando su primera clase al frente de un grupo.
Cuando dio sus primeras clases el profesor Ángel se quedaba con mucho tiempo muerto, “daba mi curso en 30 minutos” le sobraban 20 que tenía que cubrir y no sabía cómo; en aquellos tiempos no había un proyector como hoy en día, solo pintarrón y libros eran los materiales con lo que se contaba.
Recordó con especial afecto al maestro que lo marcó de manera positiva, el Maestro Rayón, fue un maestro muy especial “yo veo en ti muchas habilidades, sin embargo, veo también que te faltan desarrollar otras, en especial la comunicación”.
“El maestro Rayón dio en el clavo” acerca de lo que requería como alumno. Los alumnos que cursan desde el bachillerato un área de ciencias exactas, son muy concretos, no se les desarrolla el área de la comunicación, le explicaba el maestro Rayón ¡Qué razón tenía el maestro Rayón!.
Los primeros grupos del profesor Witrago eran alumnos que compartían la misma generación tal vez cuatro o cinco años menores que él, pero en ocasiones había alumnos mayores, lo que provocaba cierta inseguridad pues prensaba que de alguna manera esos alumnos mayores podrían evidenciarlo por su juventud.
Sin embargo, se dio cuenta de que un profesor no es un “sabelotodo” que se vale desconocer algún tema, pero lo que es pertinente es regresar a la clase siguiente con las dudas resueltas para que el grupo avance en su conocimiento. “dame chance deja investigo y a la clase que entra resolvemos las dudas” les comentó el maestro a sus alumnos.
Es así que alumnos y profesores comparten un crecimiento en sabiduría, y es una de las cosas que le gustan del ser maestro, siempre hay que estarse actualizando; cuando él estudio aprendió un sistema operativo y de lenguaje computacional de la época, cuando empezó a dar clase esos sistemas habían cambiado y en la actualidad ya son varias generaciones de lenguaje, por tanto, no podía quedarse con el aprendizaje adquirido, requería actualizarse constantemente.
Hubo tiempos difíciles, la docencia no le proporcionaba un ingreso suficiente, ya se había casado, llegó su primera hija, en fin, los gastos se multiplicaron; un amigo le comentó que en la policía ministerial había oportunidad de trabajar.
Relató Ángel que se aventuró al proceso de reclutamiento, recordó que en la televisión llegó a ver anuncios sobre la “policía investigadora”, la cual aceptaba personal con diversas carreras universitarias, “prometiendo un trabajo casi casi de oficina”, pero la realidad era otra.
A la par del proceso de reclutamiento, sucedieron unos atentados en contra de policías ministeriales por los años 2008 o 2009 en la ciudad de Irapuato, aunado a que la realidad del curso de capacitación era entrenamiento para estar en el campo y no en oficinas, pues presentó la renuncia y se negó a continuar. “tengo a mi hija pequeña, que tal que me toca y la dejo desamparada” comento el profesor.
Después de esa experiencia la situación económica no mejoró, no encontraba empleo, hasta que al año y medio encontró a un amigo que lo citó en un colegio para arreglar algunos asuntos personales; al llegar al colegio se encontró con el director de la institución y le ofreció algunas horas disponibles, y así fue que regresó a la docencia.