Lo que a continuación les narraré, es sólo un cuento. Es parte de la sección de entretenimiento. No tiene nada que ver con la vida real, y si hubiera algún parecido… es mera coincidencia. Gracias por tu tiempo de lectura. D´Vinci.
Cuando conseguí trabajo como velador en aquella universidad, mis compañeros me advirtieron que por las noches se escuchaba ruidos extraños en los pasillos y en el interior de los salones, concretamente en la biblioteca.
La verdad yo no creo en fantasmas, bien dicen que mejor hay que temerle a los vivos, porque no falta que te saquen un filero o una fusca. Por si las las moscas siempre cargaba mis “balas frías”, -uno nunca sabe-. Igual y algún vago se le hace fácil… y pues, ahí sí… ¡con todo!.
Pasaron varias semanas y todo era tranquilidad. Ni ruidos, ni nada. Me la pasaba navegando en el Face, casi no publicaba nada, nomás me la pasaba viendo que subían los demás. Para ponerle sabor al caldo me ponía a ver historias de terror en Youtube, para que tuviera un poco de sabor el caldo. Pero ni así.
Pero las cosas cambiaron. El pasado jueves 2 de noviembre no hubo clases. Y estaba en mi cubículo de seguridad viendo a través de las cámaras. Todo era tranquilidad. Pero a eso de las tres de la mañana, la cámara cuatro registro movimiento en uno de los pasillos.
Tomé mi lámpara, y mi navaja. Alguien se había metido. En el segundo piso de la nave de la izquierda, alcancé a ver algo subiendo las escaleras.
-¿Quién anda ahí?, grité.
El silencio era inmenso.
-¿Quién anda ahí?, repetí con mayor fuerza mientras me acercaba a donde iniciaban las escaleras.
No hubo respuesta. Subí los escalones de dos en dos y ví como un alguien que traía una mochila en la espalda se metía en la biblioteca.
Llegue hasta donde estaba el ventanal y ahí estaba una chica sentada con un libro sobre la mesa.
Estaba llorando.
-Me miró con tristeza y me pidió de favor que la dejara estudiar.
¿No sabes qué hora es?, le pregunté, ¿por dónde entraste?-
Por favor, tengo examen mañana en mi última oportunidad. Si lo repruebo me expulsaran de la uni.
Es que no es correcto lo que hiciste. Está prohibido ingresar fuera del horario de clases.
¡Por favor, te lo suplico!, sólo estaré un par de horas.
Está bien, le comenté, pero prométeme que me avisarás cuando te vayas para abrirte la puerta.
¡Gracias, te lo agradezco infinitamente!, aunque… no sé si sea necesario avisarte, no quisiera molestarte.
Me salí de la biblioteca y me escondí cerca del macetero que estaba en el pasillo. Tomé mi celular y saqué algunas fotos de aquella misteriosa estudiante. Era muy joven y muy bella. A pesar de la tristeza que tenía en el rostro, una expresión llena de preocupación y desaliento.
Tomé dos fotos y las subí al Face. Publiqué “Ojala y todos tuvieran el mismo entusiasmo para estudiar”.
Al día siguiente mi compañero de guardia me preguntó qué porque había subido esa foto. Le dije que no tenía nada de malo.
Es que subiste una foto de la biblioteca… vacía. No hay nadie, y se puede malinterpretar por parte de la dirección, como que insinúas que a nadie le interesa estudiar.
Cuando preparaba mis cosas para salir del turno, me mandó llamar la directora. La historia que me contó me dejó helado.
“Se llamaba Andrea. Era una chica muy bonita y muy estudiosa. Pero no podía pasar una materia desde que sus padres se separaron. Se volví triste y distraída. Uno de nuestros guardias la encontró colgada en la biblioteca. Eran las tres de la mañana y en medio del libro dejo una carta: “Perdónenme, sólo quería ser mejor, Andrea”.
Inmediatamente eliminé la foto de mi muro del Face. Cuando vi la galería de imágenes de mi cel ahí estaba, viendo hacia la ventana con una gran sonrisa. Tal vez contenta de habernos acordado de ella en este día de muertos. Descansa en paz Andrea.