León, Guanajuato.- Escuchaban música mientras que el niño Vladimir y su hermano paseaban por la casa, ubicada en la colonia Industrial con límites con La Obrera, a dos calles de los Pozos del Fraile. Puro barrio, pues. Así se presenta:
“Soy Vladimir Ibarra Velázquez, guitarrista clásico, de León”.
Su padre –Roberto Ibarra- musicalizaba los videos que grababa con su esposa Marina Velázquez y así criaban a dos niños. Vladimir desarrolló el gusto por la música. Así lo cuenta:
“Es una mezcla de varias cosas: es verdad que desde pequeño en mi casa se oía rock de los setentas y de los ochentas, también música clásica, jazz y otras expresiones. Mi papá tenía un gusto muy intenso y muy variado y mi mamá le secundaba en esa dinámica, sin que propiamente me inculcaran el amor a la música, crecí rodeado de cosas que me emocionaban sin yo saber por qué
Fue hasta la preparatoria que empecé a tener un interés por la música, por la guitarra principalmente. Entré a un taller de guitarra que había en la preparatoria, con el maestro Carlos Ramos, guitarrista leonés muy destacado, que hacía una labor muy importante. Ahí se me abrió un horizonte que yo no conocía, que era la música clásica. Desde que estaba en la prepa fui teniendo esa convicción por hacerme músico y entonces me fui a vivir a la ciudad de México para allá hacer mi formación musical.
Yo estudié en lo que antes fue la Escuela Nacional de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) -ahora Facultad de Música- y ahí pasé el ciclo: propedéutico, la licenciatura y el postgrado.
Fui interesándome por repertorios muy diversos. La guitarra clásica tiene una gran tradición de música, especialmente española y latinoamericana, que es lo que más se conoce y más se difunde.
Me fui interesando por música nueva, contemporánea, de autores vivos, que están creando, que están innovando. Me amplié a otros tipos de guitarra, no sólo la clásica, sino también la de ocho cuerdas y de diez cuerdas, instrumento en el que me especialicé muchos años en su repertorio.”
Y, en efecto, el concierto que ofreció tuvo piezas del siglo XIX y de autores contemporáneos. Prosigue:
“Actualmente también incursiono en la guitarra eléctrica, en el ámbito de la música de cámara contemporánea. Es un instrumento que ofrece infinidad de posibilidades”.
Para la interpretación de canciones del siglo XIX, música romántica, uso una guitarra de casi 200 años de antigüedad. Explica de qué se trata:
“Es una guitarra anónima: se les pega una etiqueta, donde viene el nombre del constructor, el lugar y el año, pero ésta no la tiene. Muchos instrumentos antiguos, como guitarras, violines y de alientos, son anónimos, porque no existía la costumbre de etiquetarlos o bien con el paso del tiempo perdían sus etiquetas.
Esa guitarra se encontró en Francia en 2015. Fue comprada por un guitarrista canadiense que se dedica a detectar estos instrumentos y restaurarlos en colaboración con un luthier (persona que construye instrumentos de cuerda) y luego los recolocan para que vuelvan a tener vida útil
La rescataron en Francia y el laudero, que es el especialista en restauración de instrumentos y que ya conoce sus plantillas, ubicó ciertas características que permiten situar un poco su origen, el año, etcétera, la atribuye a una región de Francia que se llama Mirecuort, en donde se fabricaban guitarras y aproximadamente el año de construcción es de 1830.
Por las características físicas de la guitarra, internas y externas, se atribuye a esa época y región.
La primera parte del concierto fue tocada con esa guitarra, que tiene cuerdas especiales y tiene una sonoridad muy interesante que la hace muy diferente a la guitarra clásica moderna y es muy apropiada para la música de esa época.”
Profeta en su tierra
Vivió en la ciudad de México durante 16 años, desarrolló allá su carrera, pudo establecer nexos con institutos y la universidad, pero a partir de la pandemia regresó a León y vivió un tiempo en la capital. Ahora trabaja en el Departamento de Música de la Universidad. Explica sobre su regreso:
“Poco a poco me he ido vinculando con mi estado. Tengo un amor por esta tierra, me siento de ella aunque haya estado mucho tiempo fuera. No hay como volver a casa, mi colonia, mi barrio.”
El año pasado ganó una beca federal en la categoría de creadores con trayectoria y eso le permitió ir a tocar a municipios como Silao, Purísima de Bustos y otros.
Vladimir Ibarra Velázquez es parte de la caravana musical guanajuatense que representa al estado en el Festival Cultural Alfonso Ortiz Tirado, que se lleva a cabo en el estado de Sonora. Concluye:
“Me siento muy contento de volver, de llevar la música y compartirla, establecer un nexo con la gente, hacer una comunidad y compartir propuestas artísticas que abran horizontes y que abran sentido”.
Ha vuelto a su colonia Industrial. Lo único que lamenta es que ya desaparecieron Los Pozos del Fraile.