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María Gertrudis Barceló “Tules”: La reina del juego

Se hizo popular a través de artículos periodísticos que nombraban sus triunfos. En 1835, y con el dinero obtenido en sus apuestas, abrió un hotel y casino en Santa Fe, Nuevo México.

Ciudad de México, 20 de diciembre de 2022.- Los buenos jugadores siempre llaman la atención. En muchas ocasiones hemos visto sus vidas en películas, o leído sus biografías. También hemos escuchado historias sobre las decisiones reflexivas, y a menudo geniales, con las que consiguieron alzarse con sus premios. 

Este hecho todavía puede resultar más legendario, cuando el jugador es una mujer nacida hace un par de siglos. Y es que si existe una jugadora con una historia especial, es sin duda el caso de María Gertrudis Barceló, también conocida como “Tules”, la reina del juego.

Si hoy día contamos con montones de nuevos casinos online con ofertas increíbles, en el siglo XIX ya existían los jugadores que destacaban por su afición.

María Gertrudis Barceló nacida en el año 1800 fue uno de esos casos notorios. De familia adinerada, recibió una buena educación que la convirtió en una mujer independiente y financieramente muy resuelta. Tanto, que a la edad de 25 años, ya era conocida como la reina del juego. 

A pesar de la mala interpretación de su personaje, pues también era conocida como “la reina del pecado”, esta mujer nunca se ocupó de burdeles o temas relacionados con la prostitución. Ella simplemente era una de las jugadoras del salvaje oeste apegada estrictamente al negocio de las apuestas. 

Mujer culta e independiente, Barceló contrajo matrimonio a los 23 años. Aunque decidió mantener su apellido de soltera y retener los derechos exclusivos de sus propiedades en un régimen de separación de bienes. Toda una adelantada a su época.

¿Cómo se hizo tan conocida la reina del juego?

Se hizo popular a través de artículos periodísticos que nombraban sus triunfos, lo que atrajo la atención de las autoridades y curiosos. Sin embargo, y aunque pueda resultar extraño, a pesar de su popularidad, nadie sabe exactamente cómo era, pues no existe ningún documento gráfico de la época.

En 1835, y con el dinero obtenido en sus apuestas, Barceló abrió un hotel y casino en Santa Fe, Nuevo México. El establecimiento presentaba lujosas decoraciones que incluían candelabros, cortinas, espejos y muebles importados que llegaban en vagones a la ciudad, ante el asombro de los lugareños. 

El casino se convirtió rápidamente en un destino para la alta sociedad local y viajeros ocasionales en busca de entretenimiento y opulencia. Barceló no sólo supervisó todo el desarrollo de la construcción y puesta en marcha del casino, sino que también trabajó como croupier en las instalaciones.

Una mujer inteligente y emprendedora

Barceló fue una inteligente mujer de negocios, que buscaba continuamente nuevos acuerdos comerciales e inversiones que aumentaran su riqueza y estatus social. Ejerció una gran influencia económica y política, ampliando su fortuna con empresas inmobiliarias e inversiones en oro, además de su casino. 

Su influencia llegaba tan lejos, que cuando el gobierno civil estadounidense se estableció en Santa Fe durante la Guerra México-Estadounidense en 1846, Barceló se alió con los estadounidenses. A estos los ayudó brindándoles información y en ocasiones, incluso dinero.

A lo largo de su vida, Barceló inspiró tanto a admiradores como a críticos. Sus historias son conmemoradas en libros, periódicos, programas de televisión, un musical y la tradición en general.

Los relatos y la representación de Barceló a menudo fueron embellecidos por quienes la etiquetaron como la “reina del pecado”. Sin embargo, mientras dirigía el salón de juego, y el resto de sus inversiones, también hizo frecuentes contribuciones filantrópicas a familias necesitadas, la Iglesia Católica, a organizaciones benéficas y al gobierno.

Barceló continuó operando su casino durante la década de 1840, y hasta su muerte, en enero de 1852. Tras ello dejó varias residencias, propiedades y dinero a su familia, además de contribuciones sustanciales a la Iglesia Católica y la ciudad de Santa Fe para ser utilizadas con fines benéficos. Además de la riqueza, Barceló dejó innumerables historias y una reputación para vivir durante generaciones.

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