Cuerámaro, Guanajuato .- Don Marcelino Vargas, de 56 años de edad, oriundo de Irapuato, emigró a sus 20 años a Cuerámaro en busca de empleo.
Algo inesperado, llevo al originario de Irapuato, quedarse a radicar a Cuerámaro y hacer de su oficio uno de los más pedidos por los cueramarenses.
“No sé qué paso, yo creo que tomé agua de la sequía y me enamoré de este pueblito”, mencionó.
Marcelino, hijo de Francisco Vargas, conocido zapatero de Irapuato, siguió esta hermosa tradición de reparar el calzado y darle una segunda vida.
“Cuando yo llegué a Cuerámaro comencé a tocar de puerta en puerta y poco a poco me gane la vida aquí y me quede enamorado”, externó.
Marcelino fue adoptado por los cueramarense cuando tenía 20 años y después de su primer cliente, Mariquita Gutiérrez, el irapuatense se quedó a vivir ahí.
“Cuando llegue a Cuerámaro, lo primero que hice fue salir a trabajar y toque la casa de la señora Mariquita Gutiérrez y le dije que reparaba calzado, yo creo que cuando me vio le caí en gracia, yo chamaco con 20 años reparando zapatos, como que no creía que supiera y saco un par, lo reparé y le gusto tanto que saco otro y después le dijo a la vecina y la vecina a la comadre y de ahí saqué casi todo lo de una semana de trabajó en Irapuato”. Relató Marcelino Vargas.
Su local ubicado en la zona centro, asisten todo tipo de personas desde gente con mucho dinero, hasta gente con poco.
También relató que durante toda su carrera como zapatero nunca ha tenido un solo accidente y se despidió con un agradecimiento para toda la gente de Cuerámaro que lo ha recibido con los brazos abiertos, quedando a la orden y disposición de toda la ciudadanía para reparar su calzado.
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