León, Guanajuato.- Ésta es una ciudad que presume sus anchas calles; ahí, donde confunden lo grandote con lo grandioso (por eso Jorge Ibargüengoitia la bautizó literariamente como “Pedrones”), persisten calles con escalones para trepar a los cerros donde hoy están Bellavista y El Calvario; en viejos barrios donde vivieron otomíes, negros y mulatos, quedaron los callejones que fueron alguna vez recovecos en pueblos virreinales o atajos en haciendas del siglo XIX.
En la zona centro la Callejuela Padilla y la Callejuela Práxedis Guerrero fueron convertidas en áreas peatonales y comerciales.
Si bien las calles de este sector son angostas, la que tiene características de callejón, al permitir el tránsito de sólo un vehículo, es la calle Zaragoza en la parte correspondiente al Barrio de Santiago.
Pueblos de indios
El viejo pueblo del Cuitzillo, fundado en 1580, apenas cuatro años después de fundada la Villa de León, es hoy el Barrio del Coecillo, tiene a la calle Toro, en la zona del Mercado La Luz, como su calle más angosta y reúne características de callejón. Una parte de la calle Sánchez y otra de la Mazatlán se hacen más angostas.
En el otro pueblo de indios, San Miguel, fue fundado en 1595, una vez que se había erradicado el temor de ataques chichimecas. Al igual que El Coecillo, fue pueblo de otomíes y ahí sólo existe un callejón: San Francisco.
Pero es otro de los asentamientos antiguos, el Barrio Arriba -fundado entre 1597 y 1598 para albergar a la población mulata de la Villa de León- el que se distingue por sus callejas angostas: Constancia, Capulín y una parte de la Limbo; o con escalones para trepar o bajar del cerro del Calvario: subida al Calvario (Asia) –identificada por una decoración de escalones que suplen a una vieja subida de tierra y flora silvestre- y el callejón de África, o una de bajada: la calle Limón.
La calle Constancia es, sin duda, el callejón más bello de León: está pavimentada con pórfido y perdura la arquitectura tradicional en muchas de sus casas. Sobresalen el templo de San Francisco de Paula y un hermosísimo reloj de sol, con ángel de cantera que lo sujeta, ubicado en la esquina con 27 de septiembre. Un monumento poco conocido por propios y extraños.
A En esa zona están las calles ubicadas en torno al emblemático templo de El Calvario: las calles Álamo y Castro. Si bien el resto de las calles de la zona están empinadas, retorcidas y angostas, en ellas caben dos carriles para autos.
Respuesta a las inundaciones
León sufrió una devastadora inundación en 1926 y, como resultado, se impulsó poblar el cerro de La Soledad y en 1930 nació la colonia Bellavista. Tiene calles emblemáticas como la Hermenegildo Galeana, que está empedrada y constituye uno de los pocos referentes de similitud con el León Antiguo.
En la parte alta del asentamiento destacan la angostura de una parte de la calle Anda y otra de la calle Guyana. Paralela al oriente de la Anda está la calle Esperanza, es una privada exclusivamente peatonal.
A ellas se llega por calles como la Leona Vicario y la última parte de la calle Belisario Domínguez, empedradas y con escalones.
Y si se extrañan las calles con escalones como las de la ciudad de Guanajuato, a lo largo de la Calzada de Guadalupe se ubican pequeñas callejas similares: la Yucatán, la Obreros, la Diana, la Mina, la Minerva y la Venus. Todas ellas desembocan en la Anda.
Hay colonias no tan antiguas que, por alguna circunstancia, tienen callejones:
La colonia Chapalita fue fundada en 1961 y tiene dos de los callejones mejor urbanizados de la ciudad: Callejón San Juan Bosco y Callejón del Embudo. Ambos fueron pavimentados con piedra bola y sus residentes han procurado restaurar adecuadamente sus casas.
Las calles sin salida, llamadas “privadas”, abundan, pero carecen de la identidad de callejón.
Bien pudieran hacer callejoneadas. En algunos casos bastaría cerrar los ojos y no habría diferencia con los callejones de las zonas populares de la capital del estado. Eso sí, no tendrán el mismo romanticismo, pero todo es cuestión de imaginar y llevar pareja.