Irapuato

¡Hasta pronto! Güero, Colectivo Hasta Encontrarte está de luto

Le decíamos el Güero. Ese wey sí era bueno… Me despedí, extendí la mano y sus manos rasposas por su jale como albañil me apretaron

Irapuato, Guanajuato.- Le decíamos el Güero (Juan Ramón Martínez Morín). Ese wey sí era bueno, yo la neta no, pero fue el primero que me enseñó a jugar por la banda izquierda, a pesar de que le pego a la bola con la derecha. Él fue mi primera pareja en la lateral izquierda, luego fue el Zurdo, Julio, cuando el Güero ya no jugó en el equipo.

Días antes de que se activara la alerta por su desaparición, lo vi por la nave porfiriana. Bien flaco, más de lo que lo recordaba, pues aunque era de complexión delgada, estaba “trabadillo” el vato, pero no, en esta ocasión sí estaba flaquísimo, casi famélico.

En esa ocasión estaba esperando a una chava. Se acababa de dejar de su pareja, decía que por eso estaba flaco, que porque le pegó la depresión y porque andaba atoradón de feria. Andaba contento porque dijo que ya había dejado “esa madre”, como se refería a la droga.

Me despedí, extendí la mano y sus manos rasposas por su jale como albañil me apretaron, no me dejaban ir y me dijo entrecortado: “aliváname con un 100, mi Lolo, te los paso a pagar luego al peiper”.

Soy muy pendejo para cobrar, así que le dije “no hay pedo, mi Güero, luego me invitas una caguama”. “Ya no pisteo, mi Lolo, pero va, luego vas a la casa”. Nunca fui, porque no sabía dónde vivía. Nunca le pregunté, tampoco.

Me enteré después que estaba desaparecido; por esos días desaparecieron también una amiga y otro cuate, pero a ellos sí los hallaron, quién sabe dónde; desactivaron las alertas, pero la del Güero no.

Hace rato, cuando vi la publicación de que lo encontraron ya y sin vida, se me quebró lo que sea que haya en el pecho. Pensé en hacer una nota, pero qué chingaos iba a escribir, si no tenía perra idea de nada, tampoco información de ese rollo. Y honestamente ni le quise rascar, ni reportear.

A lo mejor hoy fallé como reportero, pero preferí eso a volver a fallar como amigo. Porque creo que le fallé al Güero, porque por andar a las pinches prisas siempre, no me detuve ese día a escucharlo, yo sentía que me quería decir algo, pero se chiveaba. Pensé que había sido el pedo de la feria, pero creo que era otra cosa. O a lo mejor no. Pero no quise hacer la nota.

En paz descanse el Güero. Quisiera decir que es el único, pero andan dos cuates desaparecidos todavía: el Chayán y el Memelas. Tá peludo el puerco, la verdad, y qué pinche tristeza, impotencia, coraje, incertidumbre y dolor han de sentir las familias de estos carnales. Si yo que no soy nada de esas familias, siento ojetón…

Ojalá que un día termine este pinche pedo. Ojalá que un día las familias encuentren a sus desaparecidos, a todos. Ojalá que no sean más cuates, raza más cercana; ojalá que nunca seamos ninguno de nosotros. Texto realizado por el periodista Óscar “Lolo” Reyes, amigo de El Güero.

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