Hablar con el corazón

abelrojas

Opinión.- Conseguir nuestros fines sin importar el costo que ello tenga, significa pisar reputaciones, se miente y engaña, y además se deja el prestigio propio.

Inmiscuirse en asuntos así nos envuelve en una maraña que no tiene aparentemente salida, que después de una mentira vengan otras más, y en consecuencia ya no sepamos qué es verdad y qué no lo es.

A propósito de ello el poeta inglés del siglo XVIII, Alexander Pope, dijo: “el que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera”.

Vivir en medio de mentiras sustenta el mundo que nos rodea, la mentira intenta convertirse en verdad, al menos para nuestra mente, porque ésta ordena a nuestro cuerpo que actúe de tal o cual manera para que haya una congruencia entre lo que se piensa, se dice y se hace.

Hace algunos años diversos medios difundieron una investigación de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pennsylvania por la cual se encontró que mentir hace trabajar más nuestro cerebro, principalmente en la zona del lóbulo frontal. Mentir implica un alto consumo de energía que se ve reflejado en el aumento de la presión arterial, en las frecuencias cardiaca y respiratoria, aunadas a los cambios en la actividad eléctrica de la piel con motivo de la sudoración y otros efectos más.

La mentira es (así lo pensamos) una forma de protección, como el camuflaje de los animales.

Actuar con veracidad no consiste en convertirse en corderos en tierra de lobos, tengamos siempre presente que la sinceridad es una forma de autoliberarse y de experimentar las bondades del pensar y actuar congruentemente, y de vencer nuestros miedos, ser acertivos: decir exactamente lo que necesitamos.

Así que mentir no es sólo una cuestión de hacer bien o mal, sino que el tomar consciencia de sus implicaciones nos puede abrir la puerta a la optimización de nuestra propia energía.

Es en ese contexto, en el cual traigo a colación la valía de darnos la oportunidad de hablar con sinceridad o como coloquialmente se dice: “hablar con el corazón”, ejercitarse en el pensar, hablar y actuar con sinceridad hacia uno mismo es un excelente punto de partida para sanar nuestras relaciones con nuestro yo y con los demás.

Las relaciones sinceras hacia nuestro interior sirven de contrapeso a las constantes ocasiones que robustecen el egoísmo. En las terapias con profesionales de la salud mental se evidencia nuestra dificultad de obrar tal cual somos, así como de la necesidad que tenemos de al menos temporalmente abrirnos sin prejuicios, porque cada vez que lo intentamos vienen a nuestra mente los recuerdos desagradables de lo que hemos vivido a consecuencia de hablar desde lo profundo.

Restablecer el diálogo sincero es una vía muy importante para dejar pesos y contrapesos que no tienen sentido.

Hablar con el corazón no sólo es usar la verdad como principal manantial de lo que se dice sino que es decir lo que no nos atrevemos o que hemos guardado para una ocasión especial.

Como en el transcurso de nuestra existencia perdimos la capacidad de transparentarnos con quienes nos rodean, es preciso volver a aprender a decir las cosas como son, ello requiere el entrenamiento, de percibir las sensaciones, los sentimientos y las tensiones de abrir nuestra interioridad.

Tarde o temprano vivir en la mentira es algo que cansa
porque requiere de mucha energía mental
para recrear escenarios falsos
Abel Pérez Rojas

Abel Pérez Rojas (abelpr5@hotmail.com / @abelpr5 / facebook.com/PerezRojasAbel) es poeta, comunicador y doctor en Educación Permanente. Dirige: Sabersinfin.com

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