Pénjamo, Guanajuato.- Cada tarde lo esperan, no necesita mostrarles o darles el alimento, pues ya saben quién es y sí, las alimentará, como lo viene haciendo desde hace 15 años, las palomas que sobrevuelan anidan en las cercanías del jardín principal en Pénjamo, tienen una persona favorita, “Don Cha”.
A veces el trabajo no le permite llegar, o las inclemencias del clima, pero siempre que se puede, se ve arribar la bicicleta, rodando al pie de quien la dirige a paso lento y cansado hasta uno de los portales de los viejos edificios del centro de Pénjamo, a donde empiezan a arrimarse presurosas sus incondicionales amigas, las palomas.
Ahí, frente al templo de San Francisco y con esfuerzos, se baja hasta el piso, se sienta en el viejo adoquinado donde no alcanzó el presupuesto de la obra de remodelación del centro histórico. Se recarga en una columna del portal y aunque aún no saca las tortillas, ya está rodeado.
Las palomas comienzan a llegar volando de todas partes y ya con las manos llenas de tortillas, comienza a desmoronarlas en el piso y en sus manos, hasta donde escalan sus emplumadas amigas para alimentarse.
Ya lo conocen, sus movimientos no les asustan y se concentran en comer, a veces es lastimado por los picos y las garras que sin querer le hunden en la piel, le brota sangre, pero no importa, es parte de la relación que cada día construyen.
Conviven alrededor de una hora, mientras, poco a poco se alimentan con lo que su amigo les llevó, a penas y se ve el pequeño hombre con el cúmulo de aves que ya están sobre él, quien atento las observa y las disfruta, un día más.
Es el señor José Jesús Ventura de 72 años, originario y vecino de Pénjamo, de oficio panadero, rotulador y paisajista, lo que es su pasión junto con los animales.
“Desde niño crecí en contacto con los animales, vivía en el campo y mi padre me enseñó que los animales son parte importante de nuestra vida y de la naturaleza, por eso siempre pinto paisajes y me gustan los animales”, dice el señor Ventura, conocido mayormente como “Don Cha” o “el chaparrito”.
La anécdota que más recuerda con los animales, “de niño me pateó una burra y se me quedó muy grabado que la vida iba a tener cosas dolorosas de desde ese día, pero aprendí a respetar también a los animales, eso me enseñaron”.
Al vivir en la cabecera municipal de Pénjamo su contacto con la naturaleza y los animales del campo, ya no fue tan regular, por eso “Don Cha” dibuja paisajes, más que porque representan una buena fuente de ingresos cuando no hay trabajo de rotulador, porque lo reconecta con la naturaleza y los animales que tanto ama.