“Cuando muera nada me llevaré,
todo mi cuerpo se queda:
dispongan de él…
regalo vida”.
Abel Pérez Rojas.
De acuerdo con la página de regalavida.org, a enero de este año había a nivel nacional 19,373 personas que se encontraban en lista de espera de algún órgano, de los cuales la mitad son menores de edad. Tristemente más del 60% de los pacientes mueren sin recibirlo.
Por si fuera poco, se estima que el 9 % de la población de nuestro país padece algún problema renal y no lo sabe.
Por ellos se realizó la más reciente edición del Donatón 2015, que bajo el lema: “Recíclate y regala vida”, hizo su labor para salvar vidas de quienes requieren un trasplante o de quienes a partir de comprender la importancia de cuidar su salud salvan la propia.
A veces en la sombra, pero la mayoría del tiempo a pleno rayo del sol, el pasado domingo un puñado de mujeres y hombres conmueven y captan la atención de la concurrencia para sensibilizar sobre la cultura de la donación de órganos.
Más allá de los acordes de los artistas que se suman a la causa donando parte de su talento y del público que tararea las melodías de los altavoces, hay una causa noble que nos cuestiona profundamente: ¿Puedes donar algunos de tus órganos una vez que mueras?
Por nuestra ceguera cotidiana e ignorancia, nos comportamos como si jamás fuéramos a morir y dilapidamos nuestra salud como si se tratara de un recurso inagotable. Atentamos contra nuestra integridad y contra el maravilloso cuerpo que podría servirle a alguien cuando muramos.
Por supuesto todo esto es una situación que trasciende la simple donación de órganos y pone el dedo en la llaga acerca de cómo cada uno de nosotros está afrontando las grandes interrogantes de la humanidad.
Hace algún tiempo cuando suscribí la tarjeta respectiva como donador voluntario de mis órganos, una vez que fallezca, la posibilidad me cimbró.
Recuerdo que sin titubear firmé la tarjeta, pero la idea me dio vueltas en la cabeza. Algún día moriré y vale la pena que sin que esto me inmovilice, disponga ya de mis órganos y regale vida.
Pienso todo esto mientras converso con Judith Castillo, presidenta de la Fundación Regala Vida, quien termina por burilar la profundidad del asunto: “todo lo que hacemos en la fundación tiene que ver con la donación de órganos y tejidos, pero curiosamente todo se centra en lo que no podemos donar: la conciencia”.
Está en lo cierto Judith Castillo pues sólo tomando conciencia podremos revertir las escalofriantes cifras que dibujan el sombrío panorama que trata de cambiarse: la imperante apatía de los potenciales donadores y las crecientes peticiones de quienes lo necesitan.
Mientras saludo a algunos de los voluntarios que animan a los concurrentes del Donatón 2015, me enfilo a refrendar mi voluntad de donar mis órganos cuando muera y confirmo que sí podemos donar vida más allá de la muerte.
¿Usted ya lo hizo? Si aún no lo ha hecho, realícelo en línea ingresando a regalavida.org.
Todos podemos regalar vida. Anótese.