“No temas. Las penas y el dolor,
sólo son paisaje en el viaje”.
Abel Pérez Rojas.
Todos los días tenemos la oportunidad de elegir, entre diversos caminos, no sólo el camino sino las batallas que habremos de librar para alcanzar lo que nos hemos propuesto.
Con tal de no salir del estado de confort en el que nos encontramos, generalmente se opta por aquellos senderos que implican el menor esfuerzo posible. En otras palabras: hacer lo menos para obtener lo más. Esto puede funcionar para algunas circunstancias, pero para otras puede significar que nos privemos de la oportunidad de ir más allá, y alcanzar lo que muy pocos han logrado.
Pienso lo anterior mientras leo una entrevista que recientemente le realizaron a Emmanuel Lubezki, el mexicano tres veces ganador consecutivo del premio Oscar a la Mejor Fotografía.
Refiriéndose a las condiciones inhóspitas en las que se filmó El Renacido, Lubezki afirmó:
“No queríamos falsedad, sino realidad; lo más naturalista posible, que fuera una película inmersiva, así que nosotros nos encargamos de crear nuestro propio infierno al decidir filmar en locaciones reales, con luz natural, sin las comodidades que te puede ofrecer un estudio” ( Lerman, Gabriel (2016) Entrevista exclusiva con Emmanuel “el Chivo” Lubezki. LifeandStyle.la. Recuperada en: goo.gl/CiuXhS ).
Ahora, después de algunos meses del estreno de El Renacido, sabemos que ni en lo más mínimo fue exagerada la declaración de Lubezki.
En efecto, todos los que participaron en el filme coinciden en que la producción fue un verdadero infierno porque, pudiendo grabar varias tomas en un set, se prefirieron los escenarios gélidos de hasta 30 grados bajo cero en Calgary (Canadá) y La Patagonia (Argentina), que a más de uno le ocasionaron hipotermia.
A lo anterior hay que agregar el empecinamiento de Alejandro González Iñárritu para que únicamente se empleara luz natural.
Y ahí, en esas condiciones infernales se fraguó lo que a la postre serían los múltiples premios alrededor del mundo.
¡Cuán distante está esa experiencia donde se tiene que lidiar con las dificultades externas y las íntimas, con aquellos casos en los que se prefiere evadir el renunciamiento a la comodidad!
Y para no renunciar a la comodidad generalmente recurrimos a la trampa, al engaño… abdicamos a aquello que verdaderamente hará que las cosas cambien.
Huimos a la disciplina… al orden que se requiere, porque pensamos que así ganamos más, en vez de hacer lo preciso, no importa todo lo que demande en cada una de nuestras actividades para lograr la excelencia de nuestra propia vida.
En ese contexto admiramos a quien tiene la osadía de colocarse en condiciones extremas para lograr su cometido, porque no obstante que se pudo haber evadido la dificultad, ésta se busca, se azuza como si tuviera vida y se ve que ese tipo de personas consiguen un placer indescriptible al salir airosos.
No solamente vale la pena atreverse a enfrentar los reveses de la vida diaria, vale más si estos se vencen aún en las condiciones adversas creadas en nuestros propios infiernos; porque si en lo más profundo nos convencemos y estamos sabedores de que lo nunca antes alcanzado nos espera, entonces, estaremos a la puerta de romper paradigmas y provocar nuestra autoliberación y la de otros.
¿Se atreve?