Por Alice Juárez.
En la actualidad, la violencia obstétrica se constituye como una problemática alarmante en el ámbito de la salud reproductiva, tanto en el embarazo y el parto, como en otras situaciones de índole sexual, afectando a mujeres en todo el mundo.
Este fenómeno, que incluye diversas formas de abuso y maltrato durante la atención ginecológica y obstétrica, se manifiesta en prácticas tanto físicas como emocionales que han sido en gran medida invisibilizadas hasta ahora debido a que por generaciones se había venido “normalizando”.
La violencia obstétrica abarca diversos comportamientos, por ejemplo: el trato despectivo y deshumanizante, la discriminación por raza, creencias o situación socioeconómica, comentarios irrespetuosos u ofensivos, burlas y humillaciones por parte no solo de los médicos, sino también del personal cuya obligación es atender y brindar un trato digno a la paciente. La realización de procedimientos sin consentimiento, como cesáreas, tactos vaginales y esterilizaciones, así como negar el acompañamiento durante el parto o aborto, también forman parte de esta clase de violencia.
Un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revela que muchas mujeres experimentan estas formas de violencia en entornos donde deberían sentirse seguras y apoyadas.
Aun en la actualidad, pocas pacientes saben que tienen el derecho a recibir información completa y adecuada sobre el procedimiento a realizar. Es obligación del médico o personal a cargo explicar de manera que la paciente pueda entender los beneficios, riesgos y/o consecuencias del mismo, ya que la falta de comunicación no solo perjudica la dignidad de la paciente, sino que también compromete la calidad del cuidado médico recibido.
El impacto de esta violencia no se limita al daño físico. Las experiencias de maltrato pueden provocar efectos psicológicos duraderos, como ansiedad, depresión y una desconfianza generalizada hacia el sistema de salud. Además, la violencia gineco-obstétrica puede desanimar a las mujeres de buscar atención médica en el futuro.
Basta con entablar conversación con mujeres que han tenido la experiencia de ser madres o que en algún momento tuvieron el infortunio de un aborto para darnos cuenta del sinnúmero de experiencias negativas de las que han podido ser víctimas, tanto en atención particular como en sistemas de salud pública. Y es que la falta de información acerca de este importante tema las ha hecho creer que ser tratadas de manera indigna es “normal”.
El reconocimiento y la acción frente a la violencia obstétrica son pasos fundamentales hacia una atención médica más ética y respetuosa. Abordar este problema no solo mejorará la experiencia de las pacientes, sino que también fortalecerá la confianza en el sistema de salud, promoviendo un entorno donde todas las mujeres puedan recibir el cuidado que merecen sin temor ni humillación.
¿Y tú, has sido víctima de esta clase de violencia o sabes de alguien que la haya padecido? ¿Sabías sobre la violencia obstétrica? Nos gustaría conocer tu experiencia sobre el tema y tu opinión al respecto.