Recordando a Lupe Hernández, el sax que toca en las nubes

Nació en Manuel Doblado, y fue hijo del maestro y compositor Silvestre Hernández Saldaña

León, Guanajuato. – Desde hace casi un año, a las arpas y trompetas de ángeles y querubines se les agrega un sax. Los acordes celestiales se trastocan y se convierten en una pieza de grandes bandas, como las que amenizaban las animosas fiestas. Se trata de Guadalupe “Lupe” Hernández, que el 28 de noviembre de 2022 llegó al Orfeo de luz eterna.

Lupe Hernández fue un músico distinguido por poder ejecutar diversos instrumentos, pero el saxofón le dio su mayor fama y reconocimiento. Fue parte de una generación de talentosos, junto al estelar Juan Torres, el as del órgano melódico. Lupe no podía ser menos: su padre también fue hombre de música y en la familia la vida era melódica.

Versátil y bohemio, don Lupe fue de una vieja escuela que se resiste a desaparecer: música para amenizar, ejecutada en torno al ambiente y gustos de la gente que la escucha, música para que la voz y el cuerpo se expresen. Por eso es música que tiene la vida que no puede dar la tecnología más excelsa.

Vida y obra

Juan Antonio Hernández, su hijo y heredero musical, narra algunos aspectos de la vida de don Lupe Hernández, el decano. Para Antonio, su sangre, para el ambiente musical del Bajío y los pueblos del Rincón, el maestro:

Nació el 13 de marzo de 1934 en Manuel Doblado. Fue hijo del maestro y compositor Silvestre Hernández Saldaña.

Lupe quedó huérfano de padre y se trasladó con sus tíos paternos a San Francisco del Rincón. Ahí inició estudios musicales con el maestro Roos Contreras. Los pueblos del Rincón se han caracterizado por una vida cultural y artística propia, alimentada por ser frontera entre el Bajío guanajuatense y los Altos de Jalisco.

La formación rindió frutos y Lupe se integró a la Banda Municipal de San Pancho y a la orquesta Cruz Blanca, dirigida por el maestro Gilo Juárez, donde alternó con el maestro Francisco Garibay, quien luego sería director de la misma

Al joven Lupe Hernández le llegó el amor y conoció a María de los Ángeles Guerrero, con quien contrajo matrimonio.

En 1952 al Rincón llegó el Tayita, un teatro itinerante dirigido por el actor y comediante Raúl “Chato” Padilla. El armónico Lupe amenizó y acompañó con su música el trabajo teatral. Cuando terminó la temporada, lo invitaron a seguir con ellos en León. La compañía nómada se fue del Bajío y Lupe decidió radicar en la zapatera ciudad. Ya traía currículum y se integró a la Banda Municipal leonesa, dirigida por el maestro Pascual Pantoja. También se sumó a la Orquesta de Chucho Tavares.

Lupe Hernández exploró el mundo musical leonés y tiempo después trabajó con “Los Leones del Ritmo”. Lupe tenía, además de talento, vocación de emprendedor y formó su primer grupo: “Los Modernistas”, que Luego se transformó en la Orquesta Lupe Hernández, con la que se dio a conocer en todo el centro de la república.

Lupe era versátil y tocaba varios instrumentos. Como ejecutante del acordeón también participo en el cuarteto “Los Pacheco”. Su orquesta y los Pacheco lo llevaron a ser mostrar su talento en varias partes del país, entre ellas la bella Mazatlán.

Era la época de las grandes orquestas y en ese ambiente aparecía otro francorrinconense ilustre: el organista Juan Torres, quien invitó a Lupe a una nueva faceta: trabajar en el centro nocturno “Fontana”, propiedad del tecladista. Ahí, con tres compañeros más surgió “Los cuatro solistas”, que acompañaron a Juan Torres en sus giras por toda la república. También hizo una exitosa temporada por todo el país con la cantante Ana María González, quien fuera intérprete de Agustín Lara.

Posteriormente recibió la invitación para integrarse en la ciudad de México al grupo músico-vocal “Los Chinacos”, de Toño Medina. Duró casi tres años con ellos.

El último rincón bohemio

La familia llamó y regresó a León para formar nuevamente su orquesta. Entró a trabajar al piano bar el Círculo Leones Mutualista, que fue su último espacio laboral.

El Círculo fue el centro cultural por excelencia en la primera mitad del siglo XX. Era el principal espacio para las artes en el porfiriato y quedó como remanente de la vida bohemia e intelectual leonesa en la etapa postrevolucionaria.

Ubicado en la Primera Calle de Guanajuato, luego llamada Madero, a unos pasos del jardín principal, fue el último reducto de canto, copa, poesía y debate.

El legado

Lupe Hernández pasó a ser don Lupe Hernández. El del saxofón internacional, pero que también tocaba teclados y acordeón. Se convirtió en leyenda y referente de todo un estilo de hacer música, de resistencia en un mundo tragado por la postmodernidad.

Sus hijos heredaron el gusto por la música y llegaron a formar una orquesta familiar. Uno de ellos, Juan Antonio Hernández Guerrero, además de tener la misma vocación paternal y también ser multifacético intérprete, es promotor de la música y el arte.

Don Lupe trascendió a la luz el 28 de noviembre. En las tardes de danzón, en las noches de bolero, en las mañanas de música de viento, ahí estará el hijo de San Pedro Piedra Gorda, junto a Hermenegildo Bustos, Pascual Aceves Barajas, Juan Torres y otros ilustres de los pueblos del Rincón. Se debe poner bueno. Inviten, pero más tarde, no ahorita.

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