Los caminos del “opinar” (…) y los caminos del “pensar” (…) son, según Parménides, diversos y divergentes. (…) Porque pudiera ser muy bien que los caminos del opinar fuesen no sólo diversos y divergentes de los del pensar, sino que caminos intransitables para el pensar resultasen transitables para el opinar.[1]
La opinión pública ha de llevar hacia una situación riesgosa, quizá la más patente sea abandonar el pensar. El canto de la doxa puede llevar a caminos pantanosos en los cuales puede atascarse el caminar del pensamiento. La opinión pública ha de seducir con dulces encantos y acercar a “una verdad terminada”, evitando la pregunta. Preguntar funge, en filosofía y en psicoanálisis por lo menos, como bisagra para la construcción de un porvenir latente entre presente, pasado y futuro; la pregunta abre nuevas sendas por las cuales andar.
Existe una pregunta que ha de guiar entre veredas espinosas al presente trabajo: ¿es Martin Heidegger “un terrible filósofo” como menciona el artículo del 11 de enero de 2014 la revista Semana?, ¿de dónde proviene dicha aseveración? El hilo conductor del enunciado es el acercamiento del filósofo con el partido nacionalsocialista: desde Abril de 1933 hasta Abril de 1934 Martin Heidegger mantuvo el rectorado en la Universidad de Friburgo, promoviendo el voto al NSDAP y sobrellevando un compromiso con el movimiento político. El artículo de Semana enuncia “el desplome de la reputación” de Heidegger: caída que “restaría” importancia en sus contribuciones al pensamiento del siglo pasado y presente. La próxima publicación de los llamados cuadernos negros[2] ha devenido morbosa al tomarlos como piedra angular del declive de la figura, genio y filosofía de Martin Heidegger. En dichos cuadernos se pretende encontrar el talismán que confirme el acercamiento del pensador al nazismo para desautorizar a priori la fuerza del pensamiento que el filósofo alemán imprimió antes de 1927, año en que vio la luz su texto Sein und zeit [Ser y tiempo], hasta la fecha de su muerte. Resulta imposible negar los hechos históricos y la simpatía[3] de Heidegger por el NSDPA en el rectorado de la Albert-Ludwigs-Universität, mas habría que preguntar ¿en realidad la filosofía de Martin Heidegger es guiada al ocaso por su acercamiento al partido?, ¿es viable abandonar el pensamiento heideggeriano? Si vida y obra son inseparables no cabe duda que es necesario pensar con todas sus consecuencias el error político del maestro de Meßkirch y no dejarse encantar por los dulces sonidos de la doxa. Resulta imposible ignorar el trastrabo político que tan caro le costó al filósofo; no obstante, no es lícito desautorizar la lectura de la obra del “mago” antes de confrontarse con ésta. La tarea del preguntar llevará a recorrer caminos insospechados del pensamiento; ardua labor en el mundo moderno. Es necesario hacer justicia al pensamiento y herencias que Martin Heidegger nos ha legado; por ello, resulta indispensable mirar las cosas bajo el sol del mediodía: así sus sombras estarán presentes. Las sombras serán el matiz que dará otro color al pensamiento heideggeriano. Por ello es necesario leer y pensar los tomos 94 al 102 de la Gesamtausgabe [obras completas] para resignificar lo escrito anteriormente. No hay que olvidar la famosa frase: Wege, nicht werke [Caminos, no obras] que el mismo Martin Heidegger gustaba pronunciar para desligar su trabajo de una producción académica y lineal.
Abandonar la lectura, privilegiar una parte de la “obra” y censurar otra se convertiría en una posición acrítica. Un semblante dogmático cierra las posibilidades de mantener vivo un pensamiento, sea el de Heidegger, Platón o Lacan. La falta de crítica llega a cristalizarse en opinión pública que repite incesantemente “una verdad” que se estanca; antes bien, la movilidad del pensamiento permitirá ir de atrás hacia delante en los caminos del pensar: ya que pensar camina a paso lento, se detiene y retorna en algunas sendas. El pensar está abierto a la pluralidad de posibilidades para pensarse una y otra vez. Pensar arroja al hombre, en tantas ocasiones, a un vacío que angustia por hacerse patente la posibilidad de perderse ante la nada; pero, al mismo tiempo, ese vacío llama y, en su llamado, el hombre puede fundar nuevos caminos en el bosque del lenguaje y la palabra. Cabe terminar con otra pregunta: ¿qué sendas tomarán los filósofos y pensadores ante los caminos del bosque heideggeriano: la opinión o el pensamiento?