Barrios educadores, esencia liberadora

Columnistas Abel 660 x 330

“La educación que no libera
no es educación”.
Abel Pérez Rojas.

Al hablar de barrios educadores -y en términos generales de educación- es fácil perder de vista que la esencia verdadera de todo fenómeno educativo es su energía liberadora –individual y colectiva-, esa que tiene una orientación ética y que da pie a que los individuos dejen atrás lastres, atavismos y dependencias.

Por ello, se corre el riesgo de asumir que los procesos de capacitación, adiestramiento o de la llamada educación formal, comprenden la totalidad del proceso formativo y educativo de las personas, además, que es ahí donde surgirán los nuevos seres humanos que provoquen el cambio transformador del planeta.

Estamos errados si no comprendemos que un vicio de origen de la educación en sus distintos ámbitos y modalidades radica en la continuidad y perpetuación de las formas de pensamiento y sentir, así como de las relaciones de poder y sumisión: los de siempre mandando y teniendo el control del sistema económico, político y social, y por el otro, los que nacieron y morirán alejados de la oportunidad de modificar esas relaciones y que en consecuencia reproducen el, llamado, fatídico destino.

La educación en tales condiciones no puede ser el motor de cambio y transformación mundial, porque no cuestiona profundamente, ni afecta lo que creemos y pensamos individual y colectivamente.

En consecuencia, la educación que generalmente se impulsa y promueve desde el ámbito oficial está condenada al fracaso y no responde a las necesidades de quienes vivimos en un planeta agredido diariamente por la ignorancia y la ambición.

Me refresca todo lo anterior un breve comentario de mi querido amigo Fernando Acosta Reyes, fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), a mi artículo “Barrios educadores, con vida propia a las ciudades”.

Dice Fernando Acosta que los barrios educadores son “un concepto interesante, pero difícilmente concretable a menos que se adopten los criterios tradicionales de la ideología dominante, cuyo primer resultado sería la neutralización de las expresiones culturales emergentes: el totalitarismo, pues”.

Por supuesto que la aportación de Fernando tiene varias aristas que vale la pena desmenuzar, como el surgimiento de propuestas culturales que cuestionan las formas de pensamiento dominantes y la visión del mundo impuesta desde las cúpulas de poder.

Del comentario de Fernando Acosta también surge la valía e importancia de la diversidad y la pluriculturalidad de las sociedades en la evolución de las sociedades.

De todo lo anterior sigo confirmando la enorme importancia que desde México hayamos lanzado la Carta de Barrios Educadores, porque el ejercicio intelectual al cual nos ha orillado para seguir enriqueciéndola nos ha permitido visibilizar recovecos que estaban semiocultos en la Carta de las Ciudades Educadoras.

Los barrios con aspiraciones educadoras deben abrevar de la esencia liberadora de la educación vista como un motor de cambio y no como una gran camisa de fuerza para que las cosas no se transformen de fondo, de lo contrario, como también lo dice Fernando Acosta: estaremos recayendo en una “identidad hechiza”.

¿Qué le parece?

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